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sábado, 3 de abril de 2021

Una temporada para olvidar

 

Crónica de una muerte anunciada era un título demasiado obvio para esta columna. No obstante, la situación que cuenta la novela de Gabriel García Márquez se aplica perfectamente a lo que sucede en Peñarol: todos sabían que iba a morir y nadie hizo nada.

Hace un año y medio atrás, Peñarol se encaminaba firmemente a la obtención del tricampeonato uruguayo. Estuvo a punto de eliminar de la Libertadores al millonario Flamengo (a la postre el campeón) y quedó increíblemente fuera de los octavos de final por saldo de goles habiendo conquistado 10 puntos en su serie. Tenía un equipo consolidado con un técnico que había demostrado estar a la altura.

Pero esa directiva que tenía todo para quedar en la historia del club, no tuvo mejor idea que desmantelar ese plantel. Entendemos que Peñarol haya tenido que dejar ir jugadores, pero no todos juntos y menos sin haberlos reemplazado con jugadores de similar calidad. Se fueron Lucas Hernández, Lema, Brian Rodríguez, el toro Fernández, Nuñez y se los reemplazó por Abascal, Xisco, Trindade, Rojas y Riascos.

El caso Riascos es demostrativo del amateurismo, incapacidad, incompetencia y el carácter bizarro con el que se manejó esa directiva. Calificativos todos que podemos usar sin pudor viendo los resultados de semejante gestión.

El resultado fue que se perdió el tricampeonato en manos del tradicional rival. ¿El remedio? Echar al técnico y ahí se fue Diego López, cuya única responsabilidad en esa debacle fue permitir pacíficamente que me desguazaran el plantel.

Pero a esa directiva no le bastó con ese error, no aprendió la lección y para la nueva temporada no tuvo mejor idea que entregarle la dirección del equipo a un improvisado, un aprendiz de técnico, que podrá ser muy capaz y convertirse en un gran técnico en el futuro, pero que no tenía la experiencia, los conocimientos ni el temple para ser el técnico de un equipo como Peñarol.

Así prefirió a Xisco sobre Viatri y trajo un montón de jugadores que no dieron la talla (Herrera, Vadocz, Britos, Bravo, Olivera). Tuvo la mala suerte que se le lesionara Urretaviscaya antes del primer partido, es verdad, pero eso no lo exime de la responsabilidad de lo mal que jugó el equipo y del mal plantel que armó.

Lo echaron tarde, demoraron demasiado y no hubo tiempo de traer un técnico con las características que se necesitaban para el momento del equipo (Leonardo Ramos). Se apeló al manotazo de ahogado de traer un técnico con pasado en el club, pero que ya había demostrado que no era lo que se necesitaba. Así llegó Mario Saralegui al banco carbonero, sin poder cambiar ningún jugador, con el resultado esperable.

Otros casos representativos de la desorientación absoluta de los encargados de conducir al club fueron las contrataciones de Nahuelpan con un costo millonario y Hernán Novick (a quien trajeron para que jugara 13´).

Los grandes responsables responden a los apellidos Barrera, Catino, Alfie, Areco, González, incluso Ruglio que, aunque tuviera menos decisión, era parte.

Esta “nueva” directiva heredó ese antecedente y tomó el equipo sin poder hacer contrataciones. Decimos “nueva” entre comillas porque la mayoría de estos dirigentes ya estaban en la directiva de Barrera. Catino, Evaristo González, Queijo y el propio Ruglio son apellidos que se repiten en la conducción aurinegra.

Y a esta nueva directiva, a nuestro entender, ya ha cometido sus errores. Cesó a Saralegui justo en el momento en que no debía ser cesado (cuando había empezado a ganar, incluyendo el clásico). Despidió a Curutchet del cargo de la dirección de la formativas, quien fuera el gran responsable de formar a los jugadores que el club ha vendido en cifras millonarias (y que ahora es pretendido por Nacional). Y además contrató a Larriera, un técnico sin respaldo por parte de la hinchada y que, hasta ahora, no ha mostrado credenciales para ser el conductor aurinegro.

Es verdad que sin la posibilidad de hacer contrataciones no podía cambiar demasiado con respecto a lo anterior, pero no es menos cierto que el juego del equipo no mostró un cambio que nos permita pensar positivamente en relación al futuro.

¿Porque no nos convence Larriera? Porque más allá de los perjuicios de los malos arbitrajes que fueron constantes a lo largo de todo el año, en este Clausura Peñarol empezó ganando contra Cerro, Defensor, Deportivo Maldonado, Cerro Largo, Liverpool y Plaza y no ganó ninguno de esos encuentros. A esto se suma un clásico donde Peñarol debía ganar y estuvo muy por debajo de lo aceptable.

Todos sabíamos que con tantos errores (y horrores) las cosas no podían terminar bien. Y los primeros que lo sabían eran los dirigentes, los pasados y los presentes y sin embargo, nadie fue capaz de frenar este descenlace nefasto. De nada sirve llorar sobre la leche derramada, dice el dicho, pero si es preocupante lo que viene de aquí en más.

Esperamos equivocarnos, pero mucho nos tememos que la historia vuelva a repetirse. Habrá que ver que equipo forma Peñarol para el comienzo del Apertura, para el que no falta demasiado. Hasta ahora, contamos con las llegadas de Schiappacasse, Cepellini y el regreso de Canobbio (en un extraño acuerdo con Fénix). Se renovó el contrato de Giovanni González y no está clara la situación de Juan Acosta. A esto se agregan las partidas de Britos, Herrera, Marcel Novick, Estoyanoff y el “cebolla” Rodríguez, a las que se suman las salidas durante la pandemia de Xisco, Rojas, Urretaviscaya y Bravo.

Si no se va nadie más, se habla de tres incorporaciones: un zaguero, un mediocampista y un puntero. Habrá que esperar, aunque no hay demasiado tiempo para solucionar este tema.

Sin la posibilidad de disputar la Libertadores, además de la gloria a la que siempre debe aspirar, Peñarol ha perdido nada menos que 3 millones de dólares por premios y debe debutar el martes en la Sudamericana. En lo local, deberá cortar la posibilidad de un tricampeonato tricolor que ya se está reforzando para la nueva temporada.

Sin la posibilidad de jugar con público por la pandemia, quedó demostrado que Peñarol perdió ese plus del empuje de la tribuna que hace que nuestros jugadores redoblen los esfuerzos mientras los rivales se empequeñecen y que en los últimos años contribuyó a hacer del CDS un bastión casi inexpugnable. Al inicio de esta nueva temporada, el regreso del público a las canchas parece muy lejano y de nuevo no contaremos con ese factor a nuestro favor. Un panorama negro de una temporada que apronta para ser aún mas complicada que la anterior.

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