Las instituciones se definen por sus acciones, por el carácter que han mostrado a lo largo de su existencia y trayectoria y si bien, las instituciones tienen la impronta de los hombres que las integran, cuando se trata de instituciones centenarias, existen determinadas características que se mantienen, independientemente de los hombres que circunstancialmente las dirigen.
En el caso de Club Atlético Peñarol, la institución nació en 1891 para la recreación de los empleados de una empresa inglesa afincada a miles de kilómetros de Inglaterra (y como escape para las obreros y funcionarios de las largas y pesadas jornadas laborales), pero quiso el destino que ese propósito inicial resultara ampliamente superado hasta hacer de Peñarol el “cuadro del pueblo”, el club deportivo más popular de esta nación. Y eso lo llevaría a su propósito principal: ser campeón en todo lo que dispute.
Por su parte, el rival de todas las horas, nació con el propósito de oponerse a Peñarol y ese destino los ha marcado desde su génesis. Desde su fundación allá por 1899 (cuya fecha no conocemos porque carecemos de un acta fundacional que la acredite) su propósito claro y reconocido fue “competir con el club inglés” como despectivamente llamaban a Peñarol, desconociendo que en su acta de fundación y en su primer padrón de socios, había casi tantos criollos como ingleses.
Este sino los ha marcado por toda la historia y desde entonces más que pretender ser por sí mismos, se han dedicado a contrariar al rival. Esto los ha llevado a absurdos como discutir la fundación de Peñarol, a intentar negar el reconocimiento de campeonatos legítimamente conquistados en el campo de juego o negar que, a ojos vista, Peñarol es el equipo con más hinchas en este país.
Los ha llevado incluso a absurdos más ridículos como pretender que inventaron la camiseta celeste, que la quinta de la paraguaya estaba en el Parque Central o que Gardel era hincha tricolor. Para cualquier persona que conozca un poco la historia del Uruguay tales afirmaciones resultan hilarantes por lo absurdas.
Pero han ido más lejos, los ha llevado a la tradición de la queja permanente por todo, actitud que el hincha aurinegro conoce como “llanto tricolor”. Así, se han quejado porque los jueces usaban camiseta amarilla y pantalón negro en el Parque Central, se han quejado porque debían compartir la tribuna olímpica en los clásicos y siempre había más hinchas de Peñarol, se han quejado porque el banco de suplentes en los clásicos quedaba delante de la tribuna carbonera, han pretendido impugnar campeonatos porque Peñarol se quedó sin técnicos habilitados dentro del campo de juego y una larga lista de etcéteras, a cuál más ridículo que el anterior.
A esa larga lista de etcéteras se ha sumado ahora el quejarse porque la liga de básquetbol que comienza este lunes, fijó su fase regular para ser disputada exclusivamente en el palacio Peñarol. Y la decisión no fue caprichosa. Con las precauciones necesarias que deben tomarse por la pandemia, el palacio Peñarol es el lugar lógico e idóneo para esta disputa. Le permite además a la tv transmitir todos los juegos sin tener que trasladar los equipos técnicos.
Pues los señores del llanto permanente se quejaron aduciendo que Peñarol tenia ventaja deportiva. ¿Qué ventaja deportiva si los partidos se juegan sin público? ¿Qué ventaja deportiva si el equipo de Nacional hace años que juega junto y Peñarol tiene un equipo nuevo, de jugadores que nunca han jugado juntos? ¿Qué ventaja deportiva si Peñarol juega la liga por primera vez y no disputa un certamen de primera desde 1997?
Lo antedicho debería ser motivo de risa, de comentarios jocosos y hasta de un tono burlón. Sin embargo, por increíble que parezca, la federación de basquetbol hizo lugar al pedido y trasladó el encuentro a Florida. Un absurdo que en plena pandemia se haga viajar a dos planteles por causa de la paranoia tricolor y su cultura del llanto permanente. Que una federación tome en cuenta como serios los pataleos infantiles de un club que debería ser profesional, resulta ciertamente lamentable.
Por otra parte, se habilita a cualquier otro equipo a utilizar los mismos argumentos para no jugar en el palacio Peñarol cuando le toque enfrentar al carbonero y podría llegarse al absurdo de que todos los equipos disputaran sus encuentros en nuestra cancha excepto nosotros.
No solo nos parece un absurdo (que en caso de no haber sido tomado en cuenta, no sería más que una anécdota graciosa) sino un pésimo precedente que deja establecida la FUB de cara al futuro de la disputa de esta liga.
Nacional se ha tomado muy en serio la letra del famoso tango de Enrique Santos Discépolo que recoge el viejo dicho popular que postula “el que no llora, no mama”. Seguramente no se dieron cuenta que ese tango tiene un título por demás significativo: se llama “Cambalache”.
Con su decisión, la FUB ha transformado la disputa de esta liga en un verdadero cambalache.
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