Buscar este blog

miércoles, 9 de octubre de 2019

70 años de la fuga. El día que no volvieron.



Sasía hace el gesto de ver la hora mientras esperan Hohberg, Schiaffino y los jueces.
9 de octubre de 1949

La historia de Peñarol está plagada de hechos gloriosos con rasgos épicos. Goles en el último minuto para ganar copas internacionales, triunfos ante los equipos más poderosos del mundo, partidos ganados remontando diferencias en goles, campeonatos ganados arrancando con grandes desventajas en puntos, goleadas inolvidables y hasta triunfos clásicos con 3 jugadores menos en la cancha. Pero hay un hecho que todos los manyas recordamos por el profundo efecto psicológico que representa: el día que el tradicional adversario nos tuvo miedo y no salió a disputar el segundo tiempo del clásico.

Fue el 9 de octubre de 1949, se cumplen por tanto hoy 70 años de ese momento. Peñarol tenía un cuadrazo, justo es decirlo en favor de quienes vieron sus fuerzas menguadas aquella tarde cuando lo tuvieron que enfrentar. Tanto es así que ese equipo ganó para siempre el sobrenombre de “la máquina”.

Ese equipo fue la base del que menos de un año después lograría el triunfo más destacado de la selección uruguaya que se consagró campeona mundial en 1950 en Maracaná ganándole a Brasil en la final. De ese equipo uruguayo, 9 de sus 11 integrantes pertenecían a la maquina aurinegra (y eso porque Hohberg era argentino y  Vidal que nació en Italia, no tenía sus papeles en regla y no pudieron jugar por Uruguay. Hohberg lo llegaría a hacer en el mundial del 54 convirtiendo dos goles recordados ante Hungría).

La máquina venía aplastando rivales. Entre la copa “Competencia” (que se disputaba antes del Uruguayo) y las primeras fechas de ese campeonato, el aurinegro había disputado 16 partidos hasta ese 9 de octubre y los había ganado todos (incluyendo un clásico a Nacional por 3 a 1). Llevaba convertidos nada menos que 68 goles!!!! Y había recibido apenas 16 en esa misma cantidad de encuentros. Era lógico que le tuvieran miedo.

Un equipo que tenía tanta calidad que Roque Máspoli, arquero campeón de mundo de 1950, era suplente. El titular del arco aurinegro era Flavio Pereyra Natero. Que tenía en el medio al “negro jefe” Obdulio Jacinto Varela que hizo callar a 200.000 brasileños en Maracaná. Y su delantera era de excepción. En aquella época se jugaba con 5 delanteros y esa ofensiva aurinegra quedó en la historia con el sobrenombre de “la escuadrilla de la muerte” por su capacidad goleadora. La integraban Oscar Omar Míguez (el “cotorra”), Juan Alberto Schiaffino (el “pepe”), Juan Eduardo Hohberg (el “cordobés”), Alcides Edgardo Ghiggia (el “ñato”) y Ernesto Vidal (el “patrullero”). Precisamente Schiaffino y Ghiggia fueron los autores de los goles de Uruguay en la final de Maracaná ante Brasil.

Sin dudas era un equipo temible. Mi padre que iba a ver a Peñarol desde la década del 30, contaba que iba a ver los partidos apostando cuantos goles haría Peñarol esa tarde, tal era la confianza que generaba ese equipo.

Y llegó el día del clásico. Peñarol fue muy superior y Nacional, que no encontraba la forma de superarlo, apeló al juego brusco. El resultado fueron dos jugadores expulsados en el primer tiempo y una desventaja de 2 a 0. Todo pintaba para una goleada histórica con un Peñarol jugando un tiempo entero con dos jugadores de más y con aquella capacidad goleadora infernal que tenía ese equipo.

Entonces sucedió lo increíble. Algo que ha quedado grabado en la historia como un acto de miedo psicológico sin igual en la historia de los clásicos, ya no solo del Uruguay sino del mundo entero. Nacional no salió a disputar el segundo tiempo. Sus jugadores se quedaron en el vestuario sin atreverse a salir para jugar los segundos 45´. En lo que desde entonces se recuerda como el día de “la fuga” o como decía mi viejo “la fuga por el túnel”.

Peñarol salió al campo y esperó pacientemente durante 15´ a que al rival se le pasara el miedo escénico y finalmente decidiera presentarse a jugar. Nunca ocurrió.

El árbitro Bochetti dio por finalizado el encuentro y Peñarol dio una vuelta olímpica como forma de saludar al público presente y quizás disculparse de la falta de valentía del rival que impidió que quienes pagaron la entrada asistieran a un juego completo. Mi padre, que como expresé antes, estaba en el estadio, nos contaba que la tribuna aurinegra se venía abajo aplaudiendo a sus jugadores, quizás intuyendo que esa tarde era testigo de un hecho histórico.

Nacional arguyó posteriormente todas las excusas que suelen esgrimirse en estos casos, pero el hecho cierto es que no salió del vestuario aquella tarde. Muchos años después, Peñarol se quedó con 3 hombres menos en un clásico y no solo permaneció en la cancha, sino que ganó el partido convirtiendo el tanto del triunfo ya con 8 jugadores contra los 11 del rival. Un hecho que muestra a las claras cuan diferentes son las filosofías de ambos clubes.

Hace pocos días, Peñarol se vio claramente superado en el clásico y cayo 3 a 0. A nadie se le hubiera ocurrido retirarse antes. La vergüenza de la goleada que los jugadores y dirigentes de Nacional quisieron evitar aquella tarde, se transformó en un estigma que los marca aún 70 años después del hecho.

Vale la pena recordar a los 11 defensores carboneros cuyos nombres quedaron esculpidos en el bronce de la gloria en aquella tarde. Peñarol formó con Flavio Pereyra Natero, Enrique Hugo, Sixto Possamai, Juan Carlos González, Obdulio  Varela, Washington Ortuño, Alcides Ghiggia, Juan Eduardo Hohberg, Juan Alberto Schiaffino, Oscar Míguez y Ernesto Vidal.

Los goles carboneros fueron convertidos por Ghiggia a los 39´ con fuerte remate y Vidal a los 42´ tomando el rebote del arquero luego de un penal rematado por Míguez.

70 años después, seguimos recordando este hecho como el día que nuestro clásico adversario tuvo miedo de ser goleado y prefirió quedarse en el vestuario. Un hecho que marca la historia (más la suya que la nuestra) y que nos habla de las diferentes formas de entender el circunstancial fracaso deportivo. Peñarol ha tenido muchas tardes tristes, donde nos tocó besar a la derrota, pero siempre dentro del campo, dando todo hasta el último minuto en honor a los colores del club. Así ha sido y será siempre, porque somos Peñarol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario