Sasía hace el gesto de ver la hora mientras esperan Hohberg, Schiaffino y los jueces.
9 de octubre de 1949
La historia de Peñarol está plagada de hechos gloriosos con
rasgos épicos. Goles en el último minuto para ganar copas internacionales,
triunfos ante los equipos más poderosos del mundo, partidos ganados remontando
diferencias en goles, campeonatos ganados arrancando con grandes desventajas en
puntos, goleadas inolvidables y hasta triunfos clásicos con 3 jugadores menos
en la cancha. Pero hay un hecho que todos los manyas recordamos por el profundo
efecto psicológico que representa: el día que el tradicional adversario nos
tuvo miedo y no salió a disputar el segundo tiempo del clásico.
Fue el 9 de octubre de 1949, se cumplen por tanto hoy 70
años de ese momento. Peñarol tenía un cuadrazo, justo es decirlo en favor de
quienes vieron sus fuerzas menguadas aquella tarde cuando lo tuvieron que
enfrentar. Tanto es así que ese equipo ganó para siempre el sobrenombre de “la
máquina”.
Ese equipo fue la base del que menos de un año después
lograría el triunfo más destacado de la selección uruguaya que se consagró
campeona mundial en 1950 en Maracaná ganándole a Brasil en la final. De ese
equipo uruguayo, 9 de sus 11 integrantes pertenecían a la maquina aurinegra (y
eso porque Hohberg era argentino y Vidal
que nació en Italia, no tenía sus papeles en regla y no pudieron jugar por
Uruguay. Hohberg lo llegaría a hacer en
el mundial del 54 convirtiendo dos goles recordados ante Hungría).
La máquina venía aplastando rivales. Entre la copa “Competencia”
(que se disputaba antes del Uruguayo) y las primeras fechas de ese campeonato,
el aurinegro había disputado 16 partidos hasta ese 9 de octubre y los había
ganado todos (incluyendo un clásico a Nacional por 3 a 1). Llevaba convertidos
nada menos que 68 goles!!!! Y había recibido apenas 16 en esa misma cantidad de
encuentros. Era lógico que le tuvieran miedo.
Un equipo que tenía tanta calidad que Roque Máspoli, arquero
campeón de mundo de 1950, era suplente. El titular del arco aurinegro era
Flavio Pereyra Natero. Que tenía en el medio al “negro jefe” Obdulio Jacinto
Varela que hizo callar a 200.000 brasileños en Maracaná. Y su delantera era de
excepción. En aquella época se jugaba con 5 delanteros y esa ofensiva aurinegra
quedó en la historia con el sobrenombre de “la escuadrilla de la muerte” por su
capacidad goleadora. La integraban Oscar Omar Míguez (el “cotorra”), Juan
Alberto Schiaffino (el “pepe”), Juan Eduardo Hohberg (el “cordobés”), Alcides
Edgardo Ghiggia (el “ñato”) y Ernesto Vidal (el “patrullero”). Precisamente Schiaffino y Ghiggia fueron los
autores de los goles de Uruguay en la final de Maracaná ante Brasil.
Sin dudas era un equipo temible. Mi padre que iba a ver a Peñarol
desde la década del 30, contaba que iba a ver los partidos apostando cuantos
goles haría Peñarol esa tarde, tal era la confianza que generaba ese equipo.
Y llegó el día del clásico. Peñarol fue muy superior y
Nacional, que no encontraba la forma de superarlo, apeló al juego brusco. El
resultado fueron dos jugadores expulsados en el primer tiempo y una desventaja
de 2 a 0. Todo pintaba para una goleada histórica con un Peñarol jugando un
tiempo entero con dos jugadores de más y con aquella capacidad goleadora
infernal que tenía ese equipo.
Entonces sucedió lo increíble. Algo que ha quedado grabado
en la historia como un acto de miedo psicológico sin igual en la historia de
los clásicos, ya no solo del Uruguay sino del mundo entero. Nacional no salió a
disputar el segundo tiempo. Sus jugadores se quedaron en el vestuario sin
atreverse a salir para jugar los segundos 45´. En lo que desde entonces se
recuerda como el día de “la fuga” o como decía mi viejo “la fuga por el túnel”.
Peñarol salió al campo y esperó pacientemente durante 15´ a
que al rival se le pasara el miedo escénico y finalmente decidiera presentarse
a jugar. Nunca ocurrió.
El árbitro Bochetti dio por finalizado el encuentro y
Peñarol dio una vuelta olímpica como forma de saludar al público presente y quizás
disculparse de la falta de valentía del rival que impidió que quienes pagaron la entrada asistieran a un juego completo. Mi padre, que como expresé antes, estaba en el estadio, nos contaba que la tribuna aurinegra se venía abajo aplaudiendo a sus
jugadores, quizás intuyendo que esa tarde era testigo de un hecho histórico.
Nacional arguyó posteriormente todas las excusas que suelen
esgrimirse en estos casos, pero el hecho cierto es que no salió del vestuario
aquella tarde. Muchos años después, Peñarol se quedó con 3 hombres menos en un
clásico y no solo permaneció en la cancha, sino que ganó el partido convirtiendo
el tanto del triunfo ya con 8 jugadores contra los 11 del rival. Un hecho que
muestra a las claras cuan diferentes son las filosofías de ambos clubes.
Hace pocos días, Peñarol se vio claramente superado en el
clásico y cayo 3 a 0. A nadie se le hubiera ocurrido retirarse antes. La vergüenza
de la goleada que los jugadores y dirigentes de Nacional quisieron evitar
aquella tarde, se transformó en un estigma que los marca aún 70 años después
del hecho.
Vale la pena recordar a los 11 defensores
carboneros cuyos nombres quedaron esculpidos en el bronce de la gloria en
aquella tarde. Peñarol formó con Flavio Pereyra Natero, Enrique Hugo, Sixto
Possamai, Juan Carlos González, Obdulio Varela, Washington Ortuño, Alcides Ghiggia,
Juan Eduardo Hohberg, Juan Alberto Schiaffino, Oscar Míguez y Ernesto Vidal.
Los goles carboneros fueron convertidos por Ghiggia a los 39´ con fuerte remate y Vidal a los 42´ tomando el rebote del arquero luego de un penal rematado por Míguez.
70 años después, seguimos recordando este hecho como el día
que nuestro clásico adversario tuvo miedo de ser goleado y prefirió quedarse en
el vestuario. Un hecho que marca la historia (más la suya que la nuestra) y que
nos habla de las diferentes formas de entender el circunstancial fracaso
deportivo. Peñarol ha tenido muchas tardes tristes, donde nos tocó besar a la
derrota, pero siempre dentro del campo, dando todo hasta el último minuto en
honor a los colores del club. Así ha sido y será siempre, porque somos Peñarol.
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