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viernes, 28 de septiembre de 2018

127 años del glorioso Peñarol


Una vez más nos enfrentamos a la difícil tarea de reflejar lo que significa esta fecha para todos los peñarolenses. Cada año se hace más difícil, porque desde que llevamos estas páginas, ya hemos encarado la tarea desde distintos puntos de vista, hablamos de la historia, del proceso fundacional, del sentimiento, hasta dimos un panorama de cómo era la situación del país en el momento de la fundación. Hoy intentaremos hablar de emoción y recuerdos.

De los 127 años que hoy festeja nuestra institución, hemos sido testigos directos de poco más de 40 años. Parafraseando al famoso arqueólogo inglés Howard Carter, en ese lapso hemos podido ver “cosas maravillosas”. Fuimos testigos en la cancha de momentos históricos que han cimentado el título de Campeón Sudamericano del siglo XX, mundialmente reconocido.

Asistimos a la conquista de la copa Libertadores de 1982, con victorias impresionantes como ante Sao Paulo en Morumbí, River Plate en Nuñez, Flamengo en Marcaná y la infartante final ante Cobreloa en Santiago ganada en el último minuto con gol del Nando. La intercontinental posterior venciendo al Aston Villa inglés, para ser el mejor del mundo por tercera vez.

Fuimos testigos también en la cancha de las glorias del básquet que ahora regresa. El federal del 82 ganado ante Bohemios en tres alargues, por apenas un punto. El campeonato sudamericano de 1983 ganándole la final al poderoso Monte Líbano paulista. Incluso la gran actuación en el mundial de básquet obteniendo el tercer puesto.

En la libertadores del 83, otra vez en la final, sin que esta vez se nos diera el campeonato. Vale la campaña de 2011, pero también vale aquella. De nuevo la copa Libertadores de 1987 con el equipo de promedio de edad más joven de la historia de la copa. Con victorias impresionantes como ambas ante Independiente goleándolo 3 a 0 en Montevideo y 4 a 2 en Avellaneda. Que decir de la final ganada en el último minuto del alargue ante América de Cali, una verdadera selección de América. Esta vez fue “la fiera”, de nuevo en Santiago, quien nos hizo delirar a todos.

En lo local, innumerables campeonatos. El récord de 34 goles de Morena, superado luego por él mismo, marcando 36. Los 7 goles ante Huracán Buceo del mismo Nando. El clásico del 8 contra 11, única vez donde un equipo le ganó a su tradicional rival con tres jugadores menos en la cancha y marcando el gol de la victoria ya con tres de menos. La copa de oro de los grandes que era al mejor de 8 partidos, Peñarol ganó 5 seguidos y ya no se jugó más. El campeonato de 1986 donde Nacional nos llegó a llevar 13 puntos de ventaja (cuando daban 2 por partido ganado y no 3) y el campeón fue Peñarol.  El segundo quinquenio de oro 1993-1997, 5 años donde este país no conoció otro grito que ”Peñarol campeón!”. Dentro de ese lapso, el clásico del 4 a 3 y el del 3 a 2, dos veces donde el aurinegro descontó dos goles de desventaja para ganar el partido. El famoso clásico "sin arquero" ganado con un jugador de campo en el arco durante más de 10 minutos.

Hemos sido testigos directos de cada uno de esos episodios y de mucho más. Hemos visto tantos jugadores que sería injusto mencionar solo a algunos de ellos. Seguimos a Peñarol desde la tribuna, la radio, la televisión o cualquier medio desde 1977 y es imposible reflejar en palabras la emoción, la alegría, la fascinación y el amor que nos ha despertado ese camino.

Pero también somos testigos de lo que pasó antes. De lo que nos contaron nuestros padres que vivieron gestas como las nuestras. La máquina del 49, base del equipo uruguayo campeón del mundo de 1950 (aportando 9 de los 11 titulares). El primer quinquenio de oro 1957-1962. Las copas Libertadores de 1960, 1961 y 1966. Nuestros padres nos contaban especialmente aquella final de América, la primera ganada en Santiago ante River Plate, 4 a 2 después de ir perdiendo 2 a 0. Ese mismo año ganarle la final del mundo nada menos que al Real Madrid ganándole 2 a 0 tanto en Montevideo como en Chamartín (porque aún no se llamaba Santiago Bernabéu). Pero Peñarol ya era campeón del mundo desde 1961 ante el Benfica de Eusebio.

De todo podemos dar fe. De lo que vimos con nuestros ojos y de lo que oímos con nuestros oídos contado por nuestros mayores que lo vivieron. Esa es la herencia que poseemos todos los peñarolenses. Una herencia rica en historia, en logros, en pasión sublime. Una herencia de la que no se nos puede despojar y que debemos transmitir a nuestros sucesores. Porque Peñarol es eterno como el tiempo y florece en cada primavera, como reza nuestra acta fundacional del 28 de setiembre de 1891.

Han pasado 127 años de ese momento, donde 118 socios fundadores pusieron en marcha un modesto club recreativo para los funcionarios de una empresa inglesa a miles de kilómetros de Inglaterra. Probablemente muy pocos imaginaron que ese club un día sería el más glorioso del país, el campeón continental del siglo XX y uno de los más gloriosos del mundo. Pero al menos uno, uno solo lo supo y garabateó al final del acta fundacional esa sentencia premonitoria que nos mandata desde nuestro nacimiento.

“SERÁS ETERNO COMO EL TIEMPO Y FLORECERÁS EN CADA PRIMAVERA”.

Glorioso Peñarol, aurinegro eterno, carbonero del alma, mirasol querido, manya adorado, un año más te saludo. Por mí, por mis padres que ya no están, por cada hincha pasado, presente y futuro. Alzo mi copa un año más para brindar por tu historia, la que viví, la que me contaron, la que me queda por ver y aquella que no llegaré a conocer.

FELICES 127 AÑOS, ETERNO PEÑAROL!

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