Buscar este blog

lunes, 11 de diciembre de 2017

El 51. Un título imposible



Miércoles 16 de agosto de 2017. Peñarol se retira del campo del Centenario después de ser goleado por Danubio por la copa amistosa de invierno. El partido no lo pudimos ver porque Tenfield lo colocó a las 5 de la tarde de un día laboral, apenas pudimos ver los últimos 15´ y el resto lo escuchamos por la radio, como antes.

Por lo que pudimos ver/oír el equipo fue un desastre. Claramente superado por el rival, sin ideas, sin juego, sin rebeldía. Esto se sumaba a la derrota clásica por ese mismo campeonato amistoso. Esa noche todo indicaba que Leonardo Ramos dejaría de ser el técnico aurinegro. Él mismo reconoció ayer que en ese momento pensó en dar un paso al costado. La mayoría de los consejeros querían el cambio de técnico y fue sostenido por el presidente Damiani y algunos otros consejeros como ser Areco y Ruglio.

Desde estas mismas páginas expresábamos que no era el momento de cambiar al técnico porque hubiera sido repetir errores pasados, encaminados a fracasos ya conocidos. Sin embargo, nos lamentábamos al imaginar que de ahí en más, el periplo del equipo seria ir partido a partido esperando una derrota para el cambio de timón. Parecía la crónica de una muerte anunciada.

Por suerte, nos equivocamos.

Este Peñarol fue dos equipos. Uno el del apertura/intermedio y el del clausura. El primero quedó fuera de todo y lejísimo de Defensor y Nacional en la anual. Objetivamente no fue tan malo en resultados, perdió un único encuentro en el apertura (ante Cerro 2 a 1) pero empató 8 y eso fue lo que lo alejó en la tabla. Mejoró en el intermedio, ganó 6 de los 7 partidos pero perdió en forma increíble ante Defensor con dos hombres de más desde el primer tiempo.

Era el equipo de “Nandez contra el mundo” pues el juvenil fue el destaque de ese equipo y quien lo llevó a continuar luchando. Era un equipo integrado por jugadores que ya no están: Junior Arias, Affonso, Cavallini, Dibble, Urruti, Mier, Perg y de otros que ya no jugaron más: Guruceaga, Villalba, Petryk, Ángel Rodríguez, Quintana.

Para el Clausura, que a esa altura parecía la única vía disponible para acceder a la final del campeonato, Peñarol trajo jugadores de peso. Un triple mundialista como Maximiliano Rodríguez. Otro argentino ex Boca y Estudiantes como Lucas Viatri. Un asiduo de la selección nacional como Matías Corujo. Otro de nivel de selección, Walter Gargano. Un buen jugador como Fabricio Formiliano. Recupero un lateral que pelea por ir al mundial, Guillermo Varela. Reincorporó a Fabián Estoyanoff que rindió muchísimo más de lo que nosotros esperábamos. Y volvió de su préstamo el goleador del campeonato, Cristian Palacios que sumó 10 tantos a los 19 que ya traía. Pero todas estas incorporaciones no disimulaban la partida de Naitan Nandez, capitán y verdadera alma del equipo, que por monedas se fue a Boca.

Fue otro Peñarol pero jugaba partido a partido con la espada de Damocles sobre la cabeza. Porque no eran pocos los que esperaban el mínimo tropiezo para el cambio de timón. Para peor, en esa época quedó libre Diego Aguirre de San Lorenzo, verdadera sombra negra de cualquier técnico que esté dirigiendo a Peñarol si no le va bien.

Pero a ese equipo le bastaron 5 partidos para despejar todos los fantasmas. Empezó goleando 4 a 0 a El Tanque, igual que había empezado el apertura. Sufrió para derrotar a Liverpool 2 a 1 y Boston River 1 a 0. Se consolidó en la victoria ante Wanderers 2 a 0 y llegó el clásico.

Ahí este Peñarol encontró sus convicciones. Quitó definitivamente a Guzmán Pereira del medio y pasó a ese lugar al cebolla Rodríguez como socio de Gargano. Afirmó como titular a Estoyanoff como volante por izquierda y bajó a Rossi como volante por derecha. Y Peñarol voló. Afirmado en la seguridad de Dawson en el arco, la firmeza de Arias y Formiliano en la zaga, las subidas de Varela y Hernández por el lateral, la inteligencia de Maxi Rodríguez como segunda punta y el juego colectivo de Lucas Viatri, este Peñarol arrolló a sus rivales.

Ganó ese clásico con autoridad y siguió venciendo rivales con el único tropiezo de la tarde del Saroldi ante River Plate (otro partido que no pudimos ver gracias a Tenfield), donde jugó mejor pero terminó cayendo.

Los números del equipo de Ramos son demoledores. Considerando las finales, Peñarol disputó 39 partidos por el uruguayo. Ganó 27, empató 9 y perdió solamente 3 (y en todos convirtió goles). Justamente es el en el rubro goles donde queda en evidencia la contundencia de este equipo. En la temporada convirtió 86 tantos y recibió apenas 26. Fue el máximo goleador y el menos goleado.

Descontó 10 puntos de ventaja a Nacional (y le sacó 3 más) y 9 a Defensor quedándose con una tabla anual cuando nadie lo pensaba (y hasta algún diario que ya tiene experiencia en titulares muy infelices, ironizó con eso).

Peñarol no jugó bien las finales pero fue campeón como debe serlo un equipo grande. Imponiéndose a la adversidad, dando vuelta una situación claramente desfavorable, descontando puntos a los rivales e imponiendo su juego en cada partido hasta dominar al adversario. Pero además agregó esa cuota de personalidad cuando fue necesario. Como estas finales ante Defensor, cuando el rival le cerró todos los caminos, se impuso tácticamente y llevó el juego a la forma que más le convenía. A ese Defensor, que  fue el equipo más regular del año sin ninguna duda y jugó mejor en las finales, Peñarol le termina ganando con personalidad de equipo grande. Con un gol en los descuentos de la final por la anual y ayer convirtiendo los 4 penales que remató, no dando la mínima chance a su rival.

Este equipo de Ramos, estuvo a la altura del cuadro grande que es Peñarol. Futbol cuando pudo imponerlo y personalidad cuando no pudo. Esa es la marca en el orillo de los equipos carboneros desde toda la vida. Ese es el famoso “ganar a lo Peñarol” que se hiciera tan popular en los titulares periodísticos.

Y hablando de titulares, una vez más El País, esta vez a través de la página Ovación, se encargó de darnos a los manyas otro motivo de orgullo. Parece que sus periodistas no aprendieron la lección que hace ya 20 años le dieron los jugadores aurinegros cuando ganaron el quinquenio que esos periodistas creían imposible. Una vez más se olvidaron que Peñarol es el campeón de los imposibles. Sino que se lo pregunten a River argentino, al Cobreloa chileno o al América colombiano a ver si para Peñarol existe algún imposible.

Este Peñarol ha sumado su estrella 51. Nadie ha sido más veces campeón en este país y muy pocos en el mundo pueden ostentar tantas estrellas. Todos recordaremos este campeonato como otro de los imposibles que Peñarol se encargó de conseguir.

SALVE GLORIOSO PEÑAROL CAMPEON URUGUAYO 2017!


El infeliz título de Ovación que este Peñarol se encargó de desmentir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario