Miércoles
16 de agosto de 2017. Peñarol se retira del campo del Centenario después de ser
goleado por Danubio por la copa amistosa de invierno. El partido no lo pudimos
ver porque Tenfield lo colocó a las 5 de la tarde de un día laboral, apenas
pudimos ver los últimos 15´ y el resto lo escuchamos por la radio, como antes.
Por lo
que pudimos ver/oír el equipo fue un desastre. Claramente superado por el
rival, sin ideas, sin juego, sin rebeldía. Esto se sumaba a la derrota clásica
por ese mismo campeonato amistoso. Esa noche todo indicaba que Leonardo Ramos
dejaría de ser el técnico aurinegro. Él mismo reconoció ayer que en ese momento
pensó en dar un paso al costado. La mayoría de los consejeros querían el cambio
de técnico y fue sostenido por el presidente Damiani y algunos otros consejeros
como ser Areco y Ruglio.
Desde
estas mismas páginas expresábamos que no era el momento de cambiar al técnico
porque hubiera sido repetir errores pasados, encaminados a fracasos ya
conocidos. Sin embargo, nos lamentábamos al imaginar que de ahí en más, el
periplo del equipo seria ir partido a partido esperando una derrota para el
cambio de timón. Parecía la crónica de una muerte anunciada.
Por
suerte, nos equivocamos.
Este Peñarol
fue dos equipos. Uno el del apertura/intermedio y el del clausura. El primero
quedó fuera de todo y lejísimo de Defensor y Nacional en la anual.
Objetivamente no fue tan malo en resultados, perdió un único encuentro en el
apertura (ante Cerro 2 a 1) pero empató 8 y eso fue lo que lo alejó en la
tabla. Mejoró en el intermedio, ganó 6 de los 7 partidos pero perdió en forma
increíble ante Defensor con dos hombres de más desde el primer tiempo.
Era el
equipo de “Nandez contra el mundo” pues el juvenil fue el destaque de ese
equipo y quien lo llevó a continuar luchando. Era un equipo integrado por
jugadores que ya no están: Junior Arias, Affonso, Cavallini, Dibble, Urruti,
Mier, Perg y de otros que ya no jugaron más: Guruceaga, Villalba, Petryk, Ángel
Rodríguez, Quintana.
Para el
Clausura, que a esa altura parecía la única vía disponible para acceder a la
final del campeonato, Peñarol trajo jugadores de peso. Un triple mundialista
como Maximiliano Rodríguez. Otro argentino ex Boca y Estudiantes como Lucas
Viatri. Un asiduo de la selección nacional como Matías Corujo. Otro de nivel de
selección, Walter Gargano. Un buen jugador como Fabricio Formiliano. Recupero
un lateral que pelea por ir al mundial, Guillermo Varela. Reincorporó a Fabián
Estoyanoff que rindió muchísimo más de lo que nosotros esperábamos. Y volvió de
su préstamo el goleador del campeonato, Cristian Palacios que sumó 10 tantos a
los 19 que ya traía. Pero todas estas incorporaciones no disimulaban la partida
de Naitan Nandez, capitán y verdadera alma del equipo, que por monedas se fue a
Boca.
Fue
otro Peñarol pero jugaba partido a partido con la espada de Damocles sobre la
cabeza. Porque no eran pocos los que esperaban el mínimo tropiezo para el
cambio de timón. Para peor, en esa época quedó libre Diego Aguirre de San
Lorenzo, verdadera sombra negra de cualquier técnico que esté dirigiendo a
Peñarol si no le va bien.
Pero a
ese equipo le bastaron 5 partidos para despejar todos los fantasmas. Empezó
goleando 4 a 0 a El Tanque, igual que había empezado el apertura. Sufrió para
derrotar a Liverpool 2 a 1 y Boston River 1 a 0. Se consolidó en la victoria
ante Wanderers 2 a 0 y llegó el clásico.
Ahí
este Peñarol encontró sus convicciones. Quitó definitivamente a Guzmán Pereira
del medio y pasó a ese lugar al cebolla Rodríguez como socio de Gargano. Afirmó
como titular a Estoyanoff como volante por izquierda y bajó a Rossi como
volante por derecha. Y Peñarol voló. Afirmado en la seguridad de Dawson en el
arco, la firmeza de Arias y Formiliano en la zaga, las subidas de Varela y
Hernández por el lateral, la inteligencia de Maxi Rodríguez como segunda punta
y el juego colectivo de Lucas Viatri, este Peñarol arrolló a sus rivales.
Ganó
ese clásico con autoridad y siguió venciendo rivales con el único tropiezo de
la tarde del Saroldi ante River Plate (otro partido que no pudimos ver gracias
a Tenfield), donde jugó mejor pero terminó cayendo.
Los
números del equipo de Ramos son demoledores. Considerando las finales, Peñarol
disputó 39 partidos por el uruguayo. Ganó 27, empató 9 y perdió solamente 3 (y
en todos convirtió goles). Justamente es el en el rubro goles donde queda en
evidencia la contundencia de este equipo. En la temporada convirtió 86 tantos y
recibió apenas 26. Fue el máximo goleador y el menos goleado.
Descontó
10 puntos de ventaja a Nacional (y le sacó 3 más) y 9 a Defensor quedándose con
una tabla anual cuando nadie lo pensaba (y hasta algún diario que ya tiene
experiencia en titulares muy infelices, ironizó con eso).
Peñarol no jugó bien las finales pero fue campeón como debe serlo un equipo grande. Imponiéndose a la
adversidad, dando vuelta una situación claramente desfavorable, descontando
puntos a los rivales e imponiendo su juego en cada partido hasta dominar al
adversario. Pero además agregó esa cuota de personalidad cuando fue necesario.
Como estas finales ante Defensor, cuando el rival le cerró todos los caminos,
se impuso tácticamente y llevó el juego a la forma que más le convenía. A ese
Defensor, que fue el equipo más regular
del año sin ninguna duda y jugó mejor en las finales, Peñarol le termina
ganando con personalidad de equipo grande. Con un gol en los descuentos de la
final por la anual y ayer convirtiendo los 4 penales que remató, no dando la
mínima chance a su rival.
Este
equipo de Ramos, estuvo a la altura del cuadro grande que es Peñarol. Futbol
cuando pudo imponerlo y personalidad cuando no pudo. Esa es la marca en el
orillo de los equipos carboneros desde toda la vida. Ese es el famoso “ganar a
lo Peñarol” que se hiciera tan popular en los titulares periodísticos.
Y
hablando de titulares, una vez más El País, esta vez a través de la página
Ovación, se encargó de darnos a los manyas otro motivo de orgullo. Parece que
sus periodistas no aprendieron la lección que hace ya 20 años le dieron los
jugadores aurinegros cuando ganaron el quinquenio que esos periodistas creían imposible.
Una vez más se olvidaron que Peñarol es el campeón de los imposibles. Sino que
se lo pregunten a River argentino, al Cobreloa chileno o al América colombiano
a ver si para Peñarol existe algún imposible.
Este
Peñarol ha sumado su estrella 51. Nadie ha sido más veces campeón en este país y
muy pocos en el mundo pueden ostentar tantas estrellas. Todos recordaremos este
campeonato como otro de los imposibles que Peñarol se encargó de conseguir.
SALVE
GLORIOSO PEÑAROL CAMPEON URUGUAYO 2017!
El infeliz título de Ovación que este Peñarol se encargó de desmentir.
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