Una vez más nos encontramos hoy delante de esta pantalla con
la difícil tarea de escribir sobre el sentimiento que nos invade en un nuevo
aniversario de Peñarol. Cada año se nos hace más difícil expresar con palabras
ese sentir. No hay adjetivo que permita calibrar la intensidad de esta emoción.
Felicidad, orgullo, satisfacción, complacencia, alegría, nada lo refleja por sí
mismo y es un cúmulo de todo eso.
El recuerdo de los momentos vividos, de los campeonatos
ganados, de los goles inolvidables, de los triunfos memorables, de los partidos
únicos, se mezcla también con el recuerdo de las personas que ya no están, de
mis viejos. De mi padre a quien aun estando en una silla de ruedas vi casi
levantarse sobre sus piernas para gritar un gol o de mi madre quien se
preocupaba por lo nervioso que yo me ponía en cada partido y me quería dar un
calmante que me evitara la intranquilidad. Recuerdos que hoy me llenan de orgullo
y de emoción cuando ya estoy cerca de los 50.
Tuve la suerte de ver a Peñarol campeón de América y del
Mundo y ni siquiera eso alcanza para expresar todo lo que Peñarol es en mi
vida. Es el grito de gol con los puños apretados, es el llanto que pugna por
escapar y rodar por las mejillas, es el abrazo con ese desconocido de la
tribuna y que sin embargo, es un hermano.
Es también el enojo cuando las cosas no salen, la bronca
ante una meta no conseguida, la preocupación ante un rendimiento que no es el
que esperamos. Pero cuando las cosas van mal, es cuando más aurinegros nos
sentimos. Es cuando nuestra fé se redobla, cuando el temple se hace mas firme,
cuando la identificación con los colores se hace más intensa. Porque el hincha
de Peñarol está más allá de un gol, de un resultado, de un campeonato.
Es ese sentimiento indescriptible cuando vemos el amarillo y
negro saliendo de un túnel hacia la arena de la gloria. Es eso que ante cada
partido nos hace sentir que nada puede vencernos y que seremos campeones de
todo. Ese sentimiento irracional, rayano en el fanatismo, que no sabe de
flaquezas, de dudas, ni de claudicaciones.
Desde que escribo este blog, donde no pretendo que me lea
más nadie que yo mismo, cada año he buscado una forma de reflejar lo especial
que es este día. He hablado de la fundación. He imaginado lo que sería
retrotraerse a aquella tarde-noche del 28 de setiembre de 1891. He dado un
panorama de lo que era el Uruguay en esa época. Y hoy, de nuevo me encuentro
ante esta tarea.
Quienes nos fundaron hace 126 años un día como hoy, no
podían saber lo que estaban poniendo en movimiento. No podían imaginar en pleno
siglo XIX que esa modesta institución que no pretendía ser más que un vehículo
recreativo para los empleados de una empresa escondida en un recoveco de
América, sería un día un gigante deportivo que recorrería el mundo cubriéndose
de gloria. No podían saberlo, no. No podían pero alguien lo imaginó. Alguien
más osado, más visionario, más confiado, dejaría una sentencia escrita en papel
en el acta misma de fundación. “SERÁS ETERNO COMO EL TIEMPO Y FLORECERÁS EN
CADA PRIMAVERA”.
En esa sentencia quedó reflejado el espíritu que nos hace
únicos. Un mandato que viene desde el origen y se mantiene incólume 126 años
después. Aquella institución nacida de la amalgama de la nostalgia inglesa y la
enjundia criolla, conquistaría el Uruguay, América y el mundo. Ese Peñarol
glorioso, legendario, vital, es el que cada fin de semana nos hace creer por 90
minutos que nada es imposible.
Ese Peñarol celebra hoy su aniversario. Con él todos sus
jugadores, hinchas, dirigentes, técnicos y funcionarios, pasados y presentes
levantamos nuestra copa para brindar por el momento más sagrado de nuestra
religión aurinegra.
FELICES 126 AÑOS LEGENDARIO PEÑAROL!
No hay comentarios:
Publicar un comentario