Pablo Javier Bengoechea fue cesado como técnico del Club
Atlético Peñarol. Una decisión con la que no podemos estar más de acuerdo. Lamentablemente
demostró que no tenía la capacidad para ser el orientador técnico, cometió innumerables
errores de conducción, insistió en la titularidad de jugadores que nunca
demostraron merecerla y postergó a otros que mostraron méritos para, al menos
pelear un puesto.
Está muy claro que ningún técnico, por muy ídolo que sea,
puede mantenerse en el cargo luego de 7 encuentros sin ganarle a su rival
tradicional, haber perdido una final y mucho menos después de haber perdido el
último de la forma lamentable que vimos hace apenas unas horas.
Para peor el técnico no fue inteligente en sus declaraciones, manifestando cosas como que no le había encontrado la vuelta al equipo y no sabia que más probar o diciendo que había pensando en renunciar cuando la directiva decidió no renovar el contrato de Antonio Pacheco.
No queríamos que Pablo fuera el técnico, porque nos parecía
que no tenía la capacidad y queríamos evitarle un final doloroso como este. Le
pedimos desde estas páginas que no aceptara el cargo porque pensábamos que la
cosa no iba a terminar bien. Lamentablemente no nos equivocamos.
Siempre reconoceremos el enorme jugador y gran peñarolense
que ha sido Pablo siempre, pero como técnico no dio la talla. Preferimos que el
tiempo borre esta fea imagen para volver a restaurar la del ídolo que es y será
siempre. La estatua en Los Aromos dá suficiente testimonio de quien ha sido Pablo Javier Bengoechea en la historia de Peñarol y quien es y será siempre para todos nosotros.
Una vez dicho esto y dejando en claro que estamos de acuerdo
con esta decisión, debemos condenar enfáticamente, una vez más, la forma. Es
recurrente en directivas presididas por Damiani la pésima forma de resolver
estas cuestiones. Tanto a la hora de contratar
como de despedir técnicos y jugadores que han sido importantes en la historia
del club, sobran los ejemplos de tratamientos inadecuados de estas situaciones.
Esta directiva presidida por Damiani, escogió a Bengoechea
para tapar el enorme agujero que dejó Aguirre al irse al Inter de Porto Alegre.
Se trajo a un técnico sin capacidad pero que es ídolo del club para que el golpe
fuera menos fuerte y la hinchada se mantuviera tranquila. Bengoechea no fue designado
por capacidad, ni por haber presentado un proyecto ni porque encajara en el
perfil escogido por la gerencia deportiva, vino por la sola y exclusiva razón
de contar con el respeto de la tribuna.
Pero cuando Bengoechea fue demostrando que no tenía esa
capacidad, cuando aun a pesar de ganar el clausura anterior y el último apertura,
su equipo no tenía un juego definido y
no convencía a nadie, la directiva no lo cesó. Se lo tiró a los leones del
circo. Lo mandó a disputar los clásicos de verano, convencidos de que le iría
mal y entonces sería más fácil despedirlo.
Esta directiva obro con mala fe y demostró una cobardía
inadmisible porque no fue capaz de tomar las decisiones que debía tomar en el momento
que debía hacerlo. Esperó a que Pablo fuera despedazado por los resultados y ni
siquiera entonces, tuvo la valentía de asumir la decisión y la dejo eufemísticamente
en manos de la gerencia deportiva.
Este presidente que una vez despidió nada menos que al SEÑOR
Gregorio Pérez con una llamada telefónica, hoy mando al gerente deportivo a dar
la cara y no fue capaz de comunicarle la decisión personalmente a Bengoechea.
Nos parece que Pablo merecía por lo menos ese gesto como consideración a quien
es.
También es verdad que el técnico contribuyó a este triste desenlace
al no haber renunciado después de la debacle del clásico anterior. Con una
soberbia poco creíble, se mantuvo firme en su cargo cuando la situación era
insostenible y él era el único que pareció no darse cuenta. Dando un paso al
costado se hubiera evitado esta resolución que tanto daño nos deja a todos los
peñarolenses. Pero eso no excusa el tratamiento indignante del que fue objeto.
Repetimos, la decisión es correcta y la celebramos pero la
forma es detestable y no puede ser compartida de ninguna manera. Esperemos, por
el bien de Peñarol que la elección del próximo técnico sea la acertada porque
ya no pueden tolerarse más errores.
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