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jueves, 24 de septiembre de 2015

Conociendo la casa nueva



En la tarde del sábado próximo pasado, tuvimos la oportunidad de conocer las obras del nuevo estadio de Peñarol. Debemos ser coherentes con nosotros mismos y por eso cada vez que hacemos referencia a este tema, dejamos claro que para nosotros el estadio no era una prioridad y apuntamos siempre como tal a la faz deportiva del club. Lo recalcamos porque no nos gusta subirnos a carros ajenos y porque seguimos siendo de la misma opinión.

Una vez aclarado este punto, es imposible no emocionarse con este proyecto. En el momento que ingresamos, la emoción de la circunstancia que estábamos por vivir, nos embargó completamente. Sentimos que pisábamos tierra sagrada. Tierra que estará consagrada a la mayor pasión de nuestra vida y que quedará indisolublemente ligada a nuestros colores para las generaciones futuras.

Ingresamos por lo que será al unión de las tribunas América y Colombes, tomando como referencia el Centenario y la primera sensación fue ver la estructura imponente de lo que será la tribuna Olímpica. Por un momento nos sentimos transportados en el tiempo y nos preguntamos sí así se habrían sentido quienes ingresaban al Circo Máximo o al Coliseo de la antigua Roma. Aunque concebidos para fines muy diferentes, sin duda la imponencia de las obras debió generar en el espectador sensaciones similares a las que pudimos sentir.

Cuando nos paramos al borde del campo de juego, frente a lo que será la tribuna Ámsterdam, a un paso de pisar el recién sembrado césped, nos vinieron a la mente tantos goles y vueltas olímpicas de las que hemos tenido la suerte de ser testigos. Pero también nuestra imaginación nos transportó a todas aquellas otras que sucedieron antes de nuestro nacimiento, ya sea en nuestro primer estadio en Casavalle, en el de Pocitos, en el Centenario o en los distintos estadios del mundo que han visto una vuelta en amarillo y negro.

Concurrimos con el amigo y gran peñarolense Máximo Mena y ambos coincidíamos en la sensación de estar viviendo un momento histórico. De ser partícipes de un momento que será un punto de inflexión en la historia del club.

Conscientes de estar viviendo un momento que todo peñarolense desearía experimentar, declaramos con orgullo que el proyecto nos ha conquistado, venciendo cualquier resistencia y aun a la razón, que nos ha dictado siempre que no hay nada más importante que ser campeón.

Sin pretender vestirnos con sayos ajenos, manifestamos nuestro orgullo por nuestra nueva casa que habrá de ser tierra santa aurinegra y escenario de nuevos capítulos de gloria. En este momento, nuestra mente y emoción evocan la figura de nuestros padres que siendo gran parte de la razón de nuestro sentimiento aurinegro, no pudieron ver este momento.

Seguramente, desde algún lugar, el viejo y la vieja estuvieron con nosotros en esa recorrida. Por eso, a los viejos el recuerdo de siempre, el agradecimiento infinito, el amor incondicional y la sentencia definitiva: “La pucha que es lindo, ser hincha de Peñarol!”.


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