Todos
los 9 de octubre, los hinchas de Peñarol tenemos el placer de disfrutar de una celebración
única en la historia de los clásicos del futbol mundial: recordar el
aniversario del día que nuestro tradicional rival no salió a disputar el segundo
tiempo de un encuentro clásico.
De
todos los clásicos en el mundo no existe ninguno donde se haya producido una
muestra tal de temor ante el rival como el registrado el 9 de octubre de 1949
cundo el tradicional adversario se quedó en el vestuario, negándose a disputar
el segundo tiempo de un encuentro donde, por el campeonato uruguayo de aquel
año, nuestro equipo vencía a Nacional por 2 a 0
Pero el
hecho tiene su historia. El Peñarol de aquella temporada quedó inmortalizado en
el imaginario popular con el sobrenombre de “la máquina del 49”, tal era su
poder ofensivo, sintetizado en una delantera que formaba con 5 forwards tal era
el canon táctico de la época. La conformaban las inconmensurables figuras de
Oscar Omar “el cotorra” Mìguez, Juan Alberto “pepe” Schiaffino, Juan Eduardo "el cordobés” Hohberg, Alcides Edgardo “el ñato” Ghiggia y Ernesto “el
patrullero” Vidal. Pero además ese equipo contaba con figuras de la talla de
Obdulio Varela y Roque Máspoli.
Tal
equipo fue la base que aportó 9 jugadores titulares al Uruguay campeón del mundo
en Maracaná un año después. En ese equipo celeste, de la delantera titular de Peñarol
solo no estuvieron presentes Hohberg y Vidal porque no tenían la nacionalidad
uruguaya. El primero era argentino y el segundo italiano.
Este
equipo venía aplastando a los rivales locales, 5 a 0 a Liverpool, 5 a 2 a
Central, 3 a 0 a River, 3 a 1 a Danubio, 6 a 1 a Defensor, 6 a 0 a Wanderers, 5
a 3 a Cerro, hasta que llegó el clásico.
Peñarol
formó con Flavio Pereyra Natero en el arco, Enrique Hugo, Sixto Possamai, Juan Carlos
González, Obdulio Jacinto Varela, Washington Ortuño, Alcides Edgardo Ghiggia,
Juan Eduardo Hohberg, Juan Alberto Schiaffino, Oscar Omar Miguez y Ernesto
Vidal.
En el primer tiempo la superioridad aurinegra fue abrumadora hasta el punto
de conquistar dos tantos (Ghiggia a los 39 minutos y Vidal a los 42) y provocar
la expulsión de dos jugadores albos.
Viendo el cariz que tomaban las cosas y que Peñarol tenía todo para golear
en el segundo tiempo, quizás hasta alcanzar un récord que superara al que
Nacional cuida hasta el día de hoy como uno de sus pocos logros ante Peñarol,
los directivos tricolores decidieron no presentarse a la disputa del segundo
tiempo.
De esta manera lograron el objetivo de evitar la goleada pero quedaron
marcados para siempre en su honor deportivo hasta el punto que hasta el día de
hoy deben cargar con el mote de “gallinas” que merecen por su defección de
aquella tarde.
No existe clásico en el mundo que registre en su historia un episodio de
temor tan visceral y profundo de una institución ante su rival de todas las
horas. Orgullo merecido que lucimos los hinchas de Peñarol y vergüenza también
merecida que cargan los simpatizantes tricolores desde entonces.
Aquellos dirigentes, obnubilados por el temor, no pensaron en las
consecuencias históricas que marcarían de oprobio para siempre a sus colores.
Desde entonces los hinchas de Peñarol festejamos el 9 de octubre como el día de
la fuga. El día que nuestro rival clásico nos tuvo miedo y se quedó en el
vestuario.
Mi padre estuvo presente aquel día en el Centenario y siempre recordaba que
luego de esperar los 15 minutos reglamentarios sin que los rivales se
presentaran, Peñarol dio la vuelta olímpica, aclamado por sus hinchas y sufrido
por los contrarios, quizás conscientes de estar asistiendo a un hecho histórico
y a una mancha que no podrían lavarse nunca más.
Cabe recordar que muchos años después nos tocó a nosotros quedar no con
dos, sino con tres jugadores menos ante nuestro adversario de siempre.
Distintos como siempre hemos sido, no solo no nos retiramos de la cancha sino
que ganamos el encuentro, conquistando el tanto de la victoria ya con ocho
jugadores. Pero esa es otra de las historias de nuestra historia.
Recordamos y saludamos a aquellos que nos defendieron aquella tarde y escribieron
(quizás de una forma un tanto involuntaria) una nueva página de orgullo en la
rica y gloriosa historia del Club Atlético Peñarol.
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