Sin embargo esta vez, nos resulta muy difícil analizar este momento de Peñarol. No solamente por lo frustrante del desempeño en lo que va de la temporada, sino por tratarse de una situación completamente atípica, anormal y extraña para lo que es la historia de nuestra institución.
Que el equipo juega muy mal no es ninguna
novedad y lo reflejan los resultados obtenidos que, más allá de algún error
arbitral de los que estamos acostumbrados, reflejan el poco nivel de juego
mostrado por el equipo.
Es imposible pretender un mejor desempeño
jugando tan poco, recibiendo tantos goles (alguno de ellos “de biógrafo” diría
mi viejo) y anotando tan escasamente en la red adversaria.
Este equipo aurinegro ha demostrado una
falta alarmante de categoría, pero lo que es peor, falta de personalidad. Los
hinchas carboneros podemos admitir que las cosas no salgan futbolísticamente,
pero no toleramos la falta de actitud. Que se entienda bien, personalidad no es
“meter”, no es morder al rival, no es pegar, es tener la actitud de superar las
propias limitaciones y dar todo para lograr el objetivo. El principal problema
de este equipo es futbolístico (lo mal que juega, lo poco que genera) pero
también anímico. Un equipo que no logra la calma ni aun cuando va ganando y
ante cualquier adversidad se cae, se pone nervioso y se nubla. Desde la tribuna
se siente la sensación que ante cualquier contratiempo, el equipo es incapaz de
sobreponerse.
Desde lo futbolístico, este conjunto
aurinegro ha tenido problemas en todas sus líneas. Repasemos separadamente.
Los
arqueros han tenido un desempeño tenebroso. No se trata de la típica sensación
de inseguridad que puede mostrar por momentos un arquero, como pasó en pasajes
con Bologna en la temporada pasada, sencillamente nuestros arqueros han
mostrado errores gruesos (en el caso de Castillo) y deficiencias técnicas
importantes (en el caso de Lerda).
La defensa no se ha mostrado firme nunca
con sus diferentes integraciones, extrañando mucho las ausencias de Darío
Rodríguez y Valdez. Bizera “que se ponía la camiseta y jugaba”, llegó falto de
fútbol, propenso a lesiones y hasta más preocupado por problemas personales que
lo sacaron de algún partido, que de ponerse rápidamente en forma para ayudar en
un momento crítico del equipo. Viera no terminó de contemplar las expectativas,
hasta el punto que terminó perdiendo la titularidad. Los laterales tampoco se
han afirmado, Sandoval ha sido un desastre, muy malo lo de Albín, poco lo de
Raguso y apenas aceptable lo de Baltasar Silva (de todos modos el más firme) y
Maximiliano Gómez.
En el medio es donde ha estado lo más
complicado de equipo. Píriz y Novick se desgastan en recuperar la pelota pero
por lo general, la pasan muy mal y pierden infinidad de balones. El japo
Rodríguez, a priori la gran contratación de la temporada, ha sido noticia por
su indisciplina fuera del campo y poco rigor profesional, más que por su juego
dentro de la cancha. Aguiar ha mostrado cosas interesantes pero no puede ser él
sobre quien recaiga todo el armado del equipo. Mauro Fernández, es voluntarioso
y rápido, pero a nuestro entender ha jugado en una posición que no es la suya.
Adelante el panorama no ha sido mejor.
Pacheco no ha jugado bien y ni por asomo en el nivel que mostró en el remate de
la temporada pasada. De todos modos ha sido el delantero más efectivo y que ha
mostrado alguna cosa diferente, lo que sucede es que eso es muy poco para un
jugador de su calidad y para el momento que vive Peñarol. Zalayeta nunca estuvo
en forma, entre inactividad y lesiones ha sentido el impacto de la edad y nunca
ha podido presentarse en una forma física adecuada. Estoyanoff, que a nuestro
entender es la única carta de velocidad y sorpresa en ataque, también ha estado
más tiempo lesionado del que ha podido jugar. Más preocupante es la situación
de Carlos Nuñez, el jugador más caro de la historia en relación al
costo-beneficio. Es inadmisible que un jugador profesional apenas esté apto
para jugar 40 minutos por mes. Leyes tampoco mostró un nivel aceptable cuando
le toco jugar. Finalmente Jonathan Rodríguez es un jugador promisorio y que ha
aportado en la medida de sus posibilidades. Puede acompañar, pero está aún muy
verde para ser quien tome la responsabilidad de ser el conductor del avance
aurinegro.
Goncalves tampoco nos ha convencido en la
conducción técnica. Pensamos que tenía personalidad para encauzar este barco,
pero ha estado más preocupado por las declaraciones ante los medios que por el
planteamiento táctico de los encuentros. Pero lo que es peor, es la falta de
autocrítica evidenciada en sus declaraciones públicas (peligrosamente parecida
a la exhibida por su predecesor) que lo ha llevado a manifestar en alguna ocasión
que jugamos un partido “perfecto” cuando todos vimos que Peñarol había sido un
desastre, superado por un equipo de barrio como Sudamérica.
En cuanto al equipo que se presume será el
titular, regresa Castillo, luego de su paseo de dos semanas con la selección.
Parecía que jugaría Albín, aunque ahora parece que corre con más chances Raguso. Ya en ataque, parece que va a ir Pacheco debido a que el frágil Nuñez
una vez más no está apto para jugar. El resto del equipo parece ser el mismo
que le ganó a Fénix. Panorama muy complicado para el aurinegro.
Queda claro que son los jugadores los
principales responsables de este tétrico momento deportivo, pero no son los
únicos responsables. En vísperas del clásico nos interesa analizar únicamente
la faz deportiva por lo que la consideración de los demás responsables de este
momento quedará para ser analizada una vez finalizado el Apertura.
El domingo Peñarol sale a la cancha a jugar
un clásico en las peores condiciones que yo recuerde en más de 35 años que sigo
al equipo. De todos modos una vez que la oro y carbón esté dentro de la cancha,
nos olvidaremos de todo y por 90 minutos nos creeremos capaces de ganarle a
cualquiera y ser campeones del mundo.
FUERZA PEÑAROL!, esta vez más que nunca.
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