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sábado, 22 de junio de 2013

El regreso del tornado aurinegro.


En la tarde de ayer fue oficializado lo que todos sabíamos desde hace 15 días: Diego “Tornado” Alonso es el nuevo técnico de Peñarol.

Alonso ha sabido ganarse el cariño de la hinchada aurinegra como jugador, a pesar de que su pasaje por la institución no fue demasiado extenso y sobre todo, a pesar de haber vestido los colores del tradicional adversario.

Es que Alonso demostró en cada partido y cada momento, el temple, la fuerza y el sacrificio que exigimos los hinchas carboneros de cada jugador que se calza nuestros colores.

Campeón Uruguayo 2010 y vice campeón de la Libertadores 2011 con el aurinegro, ha quedado en el recuerdo de todos nosotros como el típico jugador forjado para defender nuestra camiseta.

Pero ahora llega el técnico y si cuando vino Da Silva decíamos que sus pergaminos nos parecían escasos para dirigir al campeón del siglo, no podemos ahora cambiar ese concepto.

Los antecedentes de Alonso como técnico marcan que dirigió a Bella Vista en nuestro medio y al Guaraní paraguayo. A priori, no parecen demasiado para sentarse en el banco mirasol. Esto es una realidad y no podemos cambiarla por mucha simpatía que nos genere el tornado.

Le cabrá a él demostrar que como técnico tiene las mismas condiciones y temple que mostró como jugador. Hoy tiene carta de crédito.

La tiene por haber sido jugador de Peñarol y haberse mostrado a la altura. Que los hinchas de Peñarol le damos un voto de confianza extra a quien haya vestido nuestros colores, es verdad. Que es injusto? Puede ser. Les guste o no a los demás, así somos los hinchas carboneros. 

Al tomar posesión de su cargo, ha manifestado ambición. Habló de ganar el Uruguayo y que la Libertadores es una exigencia que se ha auto impuesto porque ha llegado al más grande. Más allá de las declaraciones “pour la gallerie” propias de estas ocasiones, deseamos que sean motivadas por su confianza en sí mismo, que siempre ha mostrado en grado superlativo.

Bienvenido a casa, tornado y que se hagan realidad tus palabras.



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