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sábado, 4 de mayo de 2013

Más dudas que certezas.


En los últimos tiempos hay un concepto que nos hemos visto obligados a repetir permanentemente en este blog a la hora de analizar las actuaciones y perspectivas del equipo y que se resume en una frase: “El peor rival de Peñarol, es Peñarol”.

Esto no implica un desconocimiento de los méritos que puedan mostrar los rivales circunstanciales, sino un reconocimiento de nuestras propias fallas e incapacidades. En los dos últimos años (llámense “era Gregorio” y “era Da Silva”), nos ha quedado la impresión que, tanto en el ámbito local como en la participación internacional, lo que nos ha hecho perder campeonatos locales y clasificaciones en la copa, han sido más nuestras propias fallas que los méritos de los rivales.

El año pasado analizábamos cómo se dejó de ganar un campeonato Uruguayo en el que se llevaba una ventaja apreciable y como no se clasificó en un grupo de libertadores, que no era sencillo, pero donde Peñarol hizo méritos para ganar algún partido más que los que ganó.

Este año, nos está quedando la misma sensación. Es verdad que se tiene asegurada la participación en la definición del campeonato, pero se ha perdido pie en la tabla anual, donde se tenía una ventaja más que interesante hasta hace apenas un par de partidos atrás.

En la Copa no se accedió a la clasificación en un grupo donde perfectamente se pudo alcanzar el objetivo, jugando ante un apenas aceptable Vélez, un mediocre Emelec y un impresentable Iquique.

Desde afuera, da la impresión de que este Peñarol está siendo superado más por sus propias dudas y debilidades que por las virtudes de los rivales de turno.

El equipo no presenta esa rebeldía y temple característico de los equipos aurinegros a lo largo de la historia. Da la impresión de que este equipo es incapaz de remontar un resultado y que una vez que le convierten, se le hace imposible recuperar esa ventaja. La única excepción fue el partido con Fénix, donde Peñarol, como manda su historia, lo metió abajo del arco, lo empató y no lo pudo ganar por una excepcional actuación del arquero Mejía. Pero ante Danubio, Racing y Defensor, la sensación desde afuera era que los nervios del equipo eran más rivales que los contrincantes y, a la postre, los que sentenciaron esas derrotas.

Por otra parte la imagen de la dirección técnica es caótica. El técnico parece haber perdido completamente la dirección y el control de la situación. A un año y medio de su asunción, no se ve un estilo definido de juego. El equipo de Da Silva carece de identidad futbolística, lo que, sumado a la falta de carácter anímico, se torna desastroso.

El técnico armó mal el plantel. No cubrió puestos esenciales como el de volante por izquierda y un punta por el mismo sector, lo que ha hecho que Peñarol sea un equipo rengo, que ataca solo por la derecha, lo que hace que sea fácilmente neutralizable por los rivales. Además trajo jugadores que han fracasado (Grossmüler, Vázquez, Torres), contrató algunos que han aportado muy poco, sea por lesiones o juego (Bologna, Amado, Nuñez, Mauro Fernández), aceptó otros que no han mostrado el nivel que se requiere (Walter López), dejó ir jugadores que hubieran sido muy importantes en este equipo (Freitas) y borró a otros que fueron grandes soluciones durante el apertura (Raguso, Zambrana).

Para peor ha insistido con colocar jugadores fuera de puesto lo que los hace perder gran parte de su efectividad, como es el claro caso de Aguirregaray. Ahora, cuando  Baltazar Silva empezaba a mostrar un nivel interesante jugando por derecha, para el clásico ha decidido colocarlo como lateral izquierdo, ignorando una  vez más a Raguso y dejando en el equipo a Alejandro González que si es malo de zaguero, de lateral es aún peor.

Ha desperdiciado la oportunidad de tener dos goleadores de raza como Zalayeta y Olivera, porque carecemos de quien les haga el juego abriendo las puntas y levantando centros. Con 4 o 5 centros más o menos aceptables por partido, estos dos monstruos se cansarían de hacer goles. A esto se debe agregar que Peñarol carece de un organizador de juego, porque Grosmüller fracasó y Pacheco no está en el nivel que supo ostentar, luego de la grave lesión que sufrió al inicio del campeonato.

A esto se suma la impresión (y en esto sí, somos subjetivos) que no es capaz de acertar casi nunca con los cambios durante un partido, que coloca los jugadores que le pide la tribuna (como Pacheco) y que no transmite nada desde afuera ni en los entretiempos.

Pero para sumar problemas en el cuerpo técnico, el trabajo de los preparadores físicos parece francamente deficitario. Es impresionante la cantidad y reiteración de lesiones que nos han afectado durante esta última parte de la temporada. Reiteradas o graves lesiones que han padecido: Darío, Nuñez, Estoyanoff, Grossmüller, Amado y Mauro Fernández.

A esto ha contribuido la orden del consejo directivo de priorizar el campeonato Uruguayo por sobre la participación en la Copa, lo que impidió que el técnico rotara el equipo cuando tenía la intención de hacerlo, decisión que aún estamos pagando (con la lesión del capitán Darío Rodríguez) y que ha sido reiteradamente criticada desde estas páginas por estar absolutamente reñida con la historia y el prestigio de nuestro club.

A poco más de 24 hs de la disputa clásica, son muchas más las dudas que las certezas. Cómo apostar por un equipo que no muestra los atributos propios de nuestros representativos?. Cómo apostar por un técnico que ha perdido decididamente el rumbo?. Cómo apostar por dirigentes que han tomado decisiones que se dan de bruces con nuestra historia?. 

En vísperas de este clásico, ni siquiera me siento nervioso y eso es lo que me resulta más preocupante. A esta altura lo único que me invita a apostar por este equipo es la pasión. Esa pasión irracional que no conoce de argumentos y que se desborda simplemente por ver en la cancha una camiseta aurinegra.

Mañana juega Peñarol. No importa lo mal que venimos, lo mal que hemos hecho las cosas, la desorientación del técnico, la falta de personalidad del equipo, la mediocridad de los dirigentes, cómo vengan los rivales, nada importa. Porque mañana, juega Peñarol.

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