Peñarol
teniendo que superar un cúmulo de factores que no salieron como se esperaban al
inicio de la nueva temporada.
Primero
y principal, la lesión de Pacheco que se pierde todo el apertura y aun cuando
me tilden de pesimista, yo tengo serias dudas de que pueda volver en el nivel
que tenía. Debiendo superar también una derrota que un equipo como Peñarol no
puede permitirse ante un rival como Fénix. Peñarol no puede no ganar un partido
donde estaba 3 a 1 arriba contra un equipo chico. Y nótese que dije “no ganar”,
mucho menos puede permitirse perder.
Necesitando
mejorar un rendimiento defensivo que fue paupérrimo. Debiendo superar también
la situación de arquero Bologna, que tuvo un debut olvidable, aunque ahora
podamos matizarlo por la situación de salud de su hijo. Volvía Gelpi, que a mi
en lo personal, me dejó la sensación de que no está para ser titular todavía.
Todo eso sumado a la obligación de siempre de ganar, hacían que hoy Peñarol saliera al campo con
una mochila pesada de llevar.
Con
Alejandro González en el lateral (es zaguero, pero no se trajo un lateral), el
debut de Grossmüller en el medio (haciendo las veces de Pacheco), la entrada de
Novick para ayudar en la marca y la salida de Zambrana que hizo dos goles ante
los albivioletas.
Enfrente
un River con muchos jugadores jóvenes, rápidos y con un técnico sumamente
inteligente como Almada que siempre nos planteó problemas a la hora de plantear
los partidos.
Pero
bastaron tres minutos para que Peñarol demostrara que no solo no arregló en
nada sus problemas sino que además siempre puede agravarlos un poco más. El
otro día se come un gol de Fénix porque se perdieron las marcas, hoy se come un
gol otra vez de cabeza cuando incluso Macaluso tiene agarrado al Kily Gonzáles,
pero este igual cabecea y la mete por encima de Novick que estaba junto al palo
derecho. Otra vez un ex Peñarol nos termina convirtiendo.
Tres
minutos y uno a cero abajo y aparecieron todos los nervios, las imprecisiones y
el juego HORROROSO de un equipo que no jugó a nada en 25 minutos.
Pero
siempre puede complicarse más y sobre los 13 un pelotazo frontal toma dormida a
toda la defensa aurinegra y permite que el delantero darsenero entre por el
medio y Macaluso lo agarra. Prudente aplica la no escrita “ley del último
hombre” y lo hecha. Y ahí fue la debacle total de un equipo aurinegro que metió
(nadie puede reclamarle a este equipo que pone) pero que no jugó a nada y
prácticamente no creo opciones de gol.
Recién
a los 20 una pelota que Peñarol se lleva a los tropezones (muestra clara de que
no se jugaba bien) y Cristóforo la mete para Grossmüller que define con efecto
contra el palo izquierdo y se le va apenas afuera.
De ahí
en más lo emparejó Peñarol al influjo de fuerza, de lucha, de pundonor y de
cero fútbol y lo empató.
A los39
una falta sobre la izquierda, el centro de Grossmüller que toca Zalayeta de
espaldas, la pelota le dá en el pecho a Darío Rodríguez y le queda mansa para
que Olivera la meta abajo contra el palo derecho.
Pero si
pensamos que eso podía darle un golpe anímico positivo al equipo, Prudente se
encargó de frenarlo explusando a Zalayeta en una jugada que podemos llevar que
fuera para tarjeta pero que mostró la dualidad de criterios del árbitro.
Prudente las vió todas para el lado de River (hasta las que no fueron) y no vió
ninguna (ni las que fueron) a favor de Peñarol. Fue esta dualidad de criterios
la que fue generando el enojo de la tribuna y de los jugadores en el campo.
Si esa
jugada era roja para Zalayeta, que tenía que ser para el colombiano de Fénix en
la jugada que fracturan a Pacheco?. Por
otra parte esa jugada fue mucho más alevosa porque se le tiran dos a los pies
al Tony, si no lo partía el que lo agarró, lo hacía el otro. Pero ahí no hubo
nada, ni siquiera amarilla.
Se fue
el primer tiempo uno a uno, pero con Peñarol con todo un tiempo por jugar con
dos jugadores menos, tomando en cuenta que ya jugaba con 10 desde los 13.
El
trámite del segundo tiempo fue de la única forma que podía ser, con Peñarol
presionando y metiendo mientras le dio el físico. Diez minutos llevándose por
delante al rival mientras aguantó físicamente Grossmüller y después no pudiendo sostenerlo como era
lógico por los dos hombres de menos.
Desde
ahí fue más River pero no generó grandes chances de gol, apenas si un tiro del
colombiano que rebotó en Valdez y se fue por encima del travesaño y algún
entrevero que generó sensación de peligro. Se hicieron cambios para intentar
refrescar las piernas de los jugadores más cansados. Entraron Nicolini y
Vázquez intentando que el equipo no decayera físicamente.
Lo
aguantó bien Peñarol y hasta lo pudo ganar en los últimos minutos al impulso de
Olivera que con oficio, con ganas, con fuerza y también por momentos con
técnica llevó a Peñarol adelante. También ayudó River que jugó como equipo
chico sin la audacia necesaria para ir a
ganar un partido con dos hombres de más.
Un
párrafo aparte de nuevo para el arbitraje, excesivamente riguroso con Peñarol y
no así con los de River. Nunca me tomo el trabajo de contar las faltas de uno y
otro pero lo hice hoy y fueron 17 faltas de Peñarol contra 28 de River (más
todas las que no cobró), sin embargo Peñarol terminó con 9 y River con 11.
Es
difícil analizar el momento después de dos partidos tan anormales, pero
indudablemente hay una conclusión que sale a simple vista. El principal rival
de Peñarol ha sido el propio Peñarol. Estos 5 puntos los perdió Peñarol por sus
propios errores y horrores, más que haberlos ganado nuestros rivales de turno.
Un
equipo sencillamente HORROROSO en defensa y al que le han faltado ideas en la
elaboración de juego y abastecimiento para dos delanteros excepcionales como
Olivera y Zalayeta. Un equipo que mete, nadie puede decir que faltan “huevos”
en este Peñarol, pero que es frágil anímicamente y que a cada contratiempo
siente muchísimo el golpe y afloran los nervios.
Un
arranque pésimo de campeonato para el aurinegro, dando grandes ventajas a los
rivales de siempre y una vez más, teniendo que correr de atrás. Ahora viene un
receso por la eliminatoria y esperemos que el Sr. Da Silva le encuentre la
vuelta porque el poco crédito que aun le queda no soporta más fracasos.
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