Peñarol
está enfermo. Y está enfermo de lo peor que pueda pasarle a una institución deportiva.
Está enfermo de ego, de soberbia, de arrogancia que están afectando a todos los
estamentos del club.
Esta
semana hemos asistido a una resolución vergonzosa de una situación muy
sencilla. Bengoechea no debió ser el técnico de Peñarol, pero lo fue. Debió ser
cesado después de perder la final del Uruguayo, siguió en el cargo. Debió ser
cesado después del paupérrimo apertura, continuó en el puesto. Debió renunciar
después del bochornoso clásico de miércoles, no lo hizo. Obligo a que la
directiva lo cesara y el presidente lo hizo de la manera más burda y menos
elegante posible. El capitán del club debió entender que no es prerrogativa
suya mantener al técnico y se fue pegando un portazo.
Tal
cúmulo de absurdos encadenados, más propios de una comedia que del proceder de
una institución profesional, se explican a la luz de un solo factor: el ego que
nos tiene enfermos.
El ego
del presidente que le hace pensar que puede hacer y deshacer a su antojo y
mentirle descaradamente a la gente pensando que los socios e hinchas somos
estúpidos. Que el farol de construir un estadio que objetivamente no
precisábamos, le otorga carta blanca para seguir equivocándose en lo deportivo.
El ego
del ex técnico de no reconocer que su equipo no jugaba a nada desde hace más de
un año y que había jugadores que no estaban para entrar de titulares y que ha
marginado sistemáticamente a otros que han hecho méritos más que suficientes
para ser tenidos en cuenta. Un técnico que reconoció que nunca le encontró la
mano al equipo y aun así pretendió seguir en el cargo.
El ego
del capitán que parece no entender que por mucho que nos haya dado y que le
reconocemos y agradecemos como corresponde, su primera lealtad debía ser con el
club y no con sus amigos. Un hombre que siempre hemos considerado sensato,
inteligente, equilibrado, debió entender que esta actitud no le hace ningún favor
a su amigo y si perjudica enormemente a Peñarol.
Cada
uno de ellos debió dar el ejemplo en virtud de los cargos que ocupan. Son nada
menos que el presidente, el técnico y el capitán del club y esto acrecienta su
responsabilidad de pensar primero en Peñarol, dejando de lado sus egos
personales.
Seguramente
muchos que nos puedan leer, no compartirán estos conceptos y están en su derecho.
En nuestro caso sucede que no somos hinchas de Damiani, ni de Bengoechea, ni de
Zalayeta, somos hinchas de Peñarol que es más grande que todos nosotros juntos.
Estamos
cansados de los egos que perjudican a Peñarol. Es hora que TODOS entiendan que
PEÑAROL ESTÁ POR ENCIMA DE TODAS LAS COSAS y empiecen a actuar en consecuencia.
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