Pasada la calentura del fin de semana, se impone nuevamente
un análisis. Al cierre de la temporada pasada decíamos que no había que tenerle
miedo a las palabras y que el ciclo había constituido un claro fracaso.
Lamentablemente debemos reiterar ese concepto. Una temporada donde volvimos a tener 3
técnicos, difícilmente pueda considerarse un éxito.
Para Peñarol, no ser campeón uruguayo es un fracaso. Es
cierto que a diferencia de la temporada anterior, en esta se consiguió la
clasificación a la Copa Libertadores, pero es muy poco para conformarse con eso
y al menos desde estas páginas, no consideramos eso como un mérito sino como
una obligación. Es verdad que luego del nefasto Apertura, la clasificación a la
Copa estaba complicada e igualmente se logró. Lo reconocemos, pero no nos
alcanza.
Luego de la renuncia de Fosatti y el interinato de Montero,
vino el tema de las elecciones. Apareció la figura de Aguirre haciendo campaña
por Damiani y asegurando que sería el técnico si ganaba esta opción. Estaba
todo arreglado para que Aguirre fuera el técnico plenipotenciario para hacer y
deshacer a su antojo. Pero Damiani ganó sin mayorías y la oposición (con buen
criterio) cuestionó esta suerte de “super poderes” que se pretendía otorgar al
técnico.
Cuando ya se había anunciado con bombos y platillos la
contratación de Aguirre, éste se echó atrás con la excusa de que no tenía unanimidad
en el consejo directivo (que técnico la consigue?). Pero no necesito “unanimidad”
para irse a dirigir al Inter de Porto Alegre cuando no era la primera opción en
ese equipo sino que fue contratado después de no poder acordar con otros 3
profesionales que estaban antes en la consideración de la directiva gaúcha (con
acento porque no es gaucha). Por supuesto, el sueldo que gana en el Inter no es
comparable al que ganaría en Peñarol. No es de extrañar este desenlace para
quienes tenemos memoria y recordamos como fue la última salida de Aguirre del
banco de Peñarol.
Ahí llegó el manotazo de ahogado. Apelar a un ídolo de la
hinchada, con “espalda” para bancar las críticas y la desilusión de muchos por
la no concreción de Aguirre. Bengoechea es, en lo personal, nuestro último gran
ídolo. No decimos que es el mayor porque tuvimos la suerte de ver jugar a
Morena. Desde estas páginas pedimos que Bengoechea no fuera el técnico, que no
se quemara a un ídolo de Peñarol y se tuviera en cuenta la poca memoria de
nuestra hinchada. Que no se volviera a realizar un nuevo experimento como
habían sido los de Alonso, Gonçalves y Montero.
Por otra parte, nos parecía que Pablo no reunía aún los
pergaminos necesarios para calzarse el buzo de entrenador carbonero. Algunos
hechos de su gestión, nos hacen reforzar esta presunción.
Bengoechea decidió utilizar este semestre para “probar” el
plantel. Pidió las mínimas contrataciones (Urretavizcaya, el pollo Olivera,
Aguiar) y se arregló con lo que tenía. Cualquiera que hubiera seguido a Peñarol
sabía que este plantel ya estaba más que probado. Era el mismo que se venía
devorando un técnico tras otro y que había quedado a 17 puntos de su
tradicional rival y comprometido seriamente la chance, no solo del campeonato,
sino de la clasificación a la Libertadores.
Probando, perdió dos clásicos de verano, que podrá decirse
que no son trascendentes. Que se lo digan a Matosas, Saraleguy y Gonçalves,
todos cesados por causa de los famosos “clásicos de verano”
En cuanto al equipo, tomó decisiones comprometidas como
dejar afuera a Nandez porque no lo iba a tener en hipotéticas finales (primero
había que forzarlas y ese era el objetivo inicial más urgente). Pero terminó
improvisando a Viera como volante y de todos modos Nandez tuvo que saltar a la
cancha en el clásico definitorio, después de haber jugado 48 hs antes y haber
viajado un día entero. No hubiera sido mejor utilizarlo todo el campeonato?.
No encontró jamás un jugador adecuado para desempeñarse en
el lateral derecho. Tanto Rodales, Albín, como Sandoval (colocado por el
técnico cuando ya había comprobado su ineptitud para el puesto en forma
reiterada) tuvieron rendimientos decepcionantes. Pero eso no puede sorprender a
nadie que conozca el plantel aurinegro. Sin embargo, el técnico no pidió un
lateral derecho (tampoco lo buscó en las formativas).
Se insistió con Píriz solo en la marca. Un jugador que
recupera tantas pelotas como pierde. Hizo muchos goles, es cierto, pero nunca
pudo cumplir su función principal de dar solidez al medio campo porque se lo
dejó solo para colocar a Aguiar. Aguiar nos parece un jugador estupendamente
dotado, pero infelizmente se mostró falto de forma durante todo el campeonato.
Eso, sumado al descontrol táctico del japo Rodríguez y la edad natural de
Zalayeta y Pacheco que nos les permite rendir 90´, hizo de Peñarol un equipo
muy vulnerable.
El tema Pacheco es un tema aparte. Nuestro capitán ya no
está para jugar de titular. Lamentablemente, el único que parece no haberse
dado cuenta de eso, es nuestro técnico. Pacheco es un cambio cantado porque no
aguanta los 90´. Lo mismo pasa con Zalayeta y Aguiar (que los aguantan pero
pierden eficacia) por lo cual Peñarol está condenado a quedarse sin cambios y
dejar jugadores disminuidos físicamente en el cierre de los partidos. Esto se
notó a lo largo del campeonato y fue especialmente decisivo en la final.
En los clásicos, Peñarol fue claramente superado, sobre todo
en el último y los resultados fueron en realidad mejores de lo esperable a la
luz de lo visto en la cancha.
Bengoechea dijo que “la cancha mandaba” pero no fue
coherente con ese pensamiento. Siguió colocando a Pacheco cuando demostró que
no estaba para jugar. Sacó a Leyes cuando había empezado a encontrar su juego y
los goles. Insistió con Sandoval de lateral que nos ha costado más de un
partido desde que llegó. Dejo afuera a Nandez y lo fue a buscar en el peor
momento. Coloco a Diogo en la final cuando la cabeza del jugador estaba en otra
parte (termino jugando pésimo y cometiendo un penal). Su esquema obligó a
Zalayeta a jugar los 90´ de casi todos los partidos, cuando era obvio que
necesitaba otra protección. Todas decisiones que hacen pensar que no es el
técnico que necesita este momento del club.
Ganó el Clausura (más por ineficacia de los rivales, que por
aciertos propios), logro una clasificación a Copa que estaba muy difícil, pero
Peñarol jugó muy mal y perdió claramente la final a pesar del score apretado.
La situación institucional tampoco ayuda. Todos los grupos
que participaron de las elecciones estaban de acuerdo en que era imprescindible
re estructurar la gerencia deportiva. Sin embargo, dejaron pasar otros 6 meses
para hacerlo, manteniendo en el cargo a Carlos Sánchez (de probada ineficacia
para la función) que además se quería ir desde el momento que no se concretó la
llegada de Aguirre.
Todos sabemos cuál ha sido el panorama institucional en los
últimos años. Han pasado jugadores, técnicos, gerentes deportivos y hasta
dirigentes, lo único que no ha cambiado ha sido el presidente. Este descontrol y
falta de logros lo ha tenido como común denominador. Sin embargo, tenemos
asegurada su presencia hasta el próximo mandato.
Cierto es también que las opciones electorales opositoras a Damiani no lograron ganarse la confianza de los socios y sus propuestas parecieron incluso mas limitadas que las del oficialismo. No ha surgido una figura capaz de hacerle frente al actual presidente y generar la confianza suficiente como para capatar los votos del electorado. Un panorama electoral flaquisimo donde la mayoría de los socios acabamos optando por la solucion "menos mala" y no por la mejor como debería ser.
Ahora vendrá la inauguración del estadio y también llega
Forlán y habrá Copa Libertadores, pero los problemas estructurales de la
institución seguirán siendo los mismos. Bengoechea va a seguir y si no logra
buenos resultados seguramente luego del apertura (o quizás antes) ya tengamos
un nuevo técnico. Porque seguimos repitiendo los mismos errores y esta película
ya la vimos todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario