Después
de dejar pasar unos días desde la renuncia de Fossati a la dirección técnica de
Peñarol, es hora de expresar nuestra opinión al respecto.
Quien nos haya leído sabe que fuimos defensores de la continuidad del Flaco después del Clausura pasado. Porque si bien no fue campeón, ordenó mucho la casa y pudo pelear el campeonato hasta el final con los mismos jugadores que habían hecho un año desastroso dirigidos por Diego Alonso y el tito Gonçalves.
Quien nos haya leído sabe que fuimos defensores de la continuidad del Flaco después del Clausura pasado. Porque si bien no fue campeón, ordenó mucho la casa y pudo pelear el campeonato hasta el final con los mismos jugadores que habían hecho un año desastroso dirigidos por Diego Alonso y el tito Gonçalves.
Entendíamos
que Fossati merecía su oportunidad. Por ser de la casa, por haber sido campeón
con Peñarol como técnico, porque tenía experiencia y es un técnico de nivel
internacional. Pensábamos que merecía arrancar una temporada desde el inicio,
sin el lastre de los malos resultados de otros técnicos y con la posibilidad de
tener los jugadores que eligiera y considerara los mejores.
Lamentablemente,
el resultado no fue el esperado.
Entendemos
que esta vez nada se le puede achacar a los dirigentes. Trajeron los jugadores
que pidió el técnico e incluso alguno con nivel de selección que no había
podido llegar en otros períodos de pase como el caso de Alejandro Silva.
Pero Fossati
comenzó cometiendo errores desde el principio. Dejó ir un volante de la calidad
de Aguiar, que sin ser delantero, hizo 10 goles el año pasado (incluyendo dos
al tradicional adversario), que tiene una visión de cancha estupenda, que es
capaz de meter pases y cambios de frente que desequilibran las defensas
contrarias y que le daba mayor consistencia al mediocampo aurinegro y ayudaba a
disimular las fallas de Píriz. Lo marcamos en estas mismas páginas en el
momento de renovar su contrato, Fossati no lo quiso.
Insistió
en una formación con jugadores de mucha experiencia pero que muchas veces no están
para jugar 90 minutos, ni todos los partidos y mucho menos todos juntos al
mismo tiempo en el equipo.
Continuó
con un sistema que no funcionó. Y ojo no nos desagrada el sistema empleado,
pero hay que saberlo implementar y contar con los jugadores idóneos y eso nunca
se consiguió.
Pero el
error más grave (y reiterado) fue tirar el equipo atrás cada vez que fue
ganando y colocar en peligro los buenos resultados que se estaban consiguiendo
(los dos partidos ante Estudiantes y el clásico son buenos ejemplos de eso).
Peñarol
no es un equipo donde se pueda esperar por resultados. Peñarol es un grande del
mundo y ganar es una obligación. En Peñarol no alcanzan las “buenas campañas”
en Peñarol hay que ser campeón. Así es nuestra forma de ser, nuestra idiosincrasia
y esa naturaleza es una fortaleza y una debilidad al mismo tiempo. Porque
estamos acostumbrados a ganar y ganamos en las circunstancias donde nadie más podría
hacerlo, pero no hay proceso que soporte el tiempo sin victorias.
Fossati
se va con una nueva temporada huérfana de títulos. No basta el 5 a 0 porque es
muy poco para quien está acostumbrado a la gloria. Con el mejor plantel del país
(porque lo sigue siendo) no fue capaz de ser competitivo en el mediocre nivel
local ni en el internacional (que tampoco es tan brillante como antaño a nivel
sudamericano).
Fossati
se va en la noche callada mientras en el fondo del telón de este momento
aciago, aparece cada vez más omnipresente la figura de Diego Aguirre.
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