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sábado, 2 de agosto de 2014

Dante Cocito. Porque los inmortales también necesitan quien los asista.


Los últimos tiempos hemos tenido que escribir tristes crónicas para despedir a grandes jugadores que vistieron nuestra camiseta y contribuyeron a la historia más grande del campeón sudamericano del siglo XX.

Hoy tenemos que volver a dedicar un homenaje a alguien que pasa a jugar en el equipo de la inmortalidad. Y sin embargo, esta persona nunca jugó en Peñarol, no lo dirigió técnicamente y no fue dirigente de la institución y sin embargo, contribuyó de manera decisiva al ciclo más glorioso de la historia de nuestro club.

Dante Cocito fue masajista de los planteles campeones uruguayos, de América y del Mundo de Peñarol. Llegó a la institución en 1950 proveniente del Racing Club de Montevideo, por lo que tuvo el privilegio de trabajar con todos los campeones mundiales de ese año. Basta recordar que de los 11 titulares de la final en Maracaná, 9 eran jugadores de Peñarol  e integrantes de la famosa máquina del 49 que provoco la fuga de las gallinas.

A los 26 años, perdió un dedo en un accidente, pero eso no le impidió continuar desarrollando su tarea de forma tan eficiente como exitosa que lo llevaron a ser el encargado de los planteles deportivos más importantes de este país.

Porque además de Peñarol, trabajó también en la selección Uruguaya y fue partícipe de los mundiales de 1966 y 1970. Pero además desarrolló su actividad en el básquetbol, atendiendo los planteles de Aguada y la selección uruguaya, incluidos los juegos olímpicos de 1956 (medalla de bronce) y 1960.

Cocito fue masajista, en una época donde no existía el concepto de los kinesiólogos. En su función le tocó viajar por todo el mundo defendiendo los colores aurinegros. Bastaba que alguno de los grandes cracks cayeran en el campo para que su inconfundible figura saltara del banco para atenderlos.

Trabajó en Peñarol ininterrumpidamente hasta 1973, era socio honorario del club e hincha como el que más. Por sus manos pasaron los grandes nombres que hicieron inmensa nuestra historia y no pocos méritos corresponden a su figura. 

Destacado por su enorme sentido del humor que mantuvo hasta nuestros días, fue protagonista de jugosas y exquisitas anécdotas relacionadas con los avatares que le tocó vivir. Dueño de esa sabiduria que solo se adquiere en la calle y en los vestuarios, supo sacar siempre una sonrisa de todos lo que le conocieron.

Dante Cocito ha tenido el enorme mérito de ser una figura reconocida y querida por todos los hinchas aurinegros sin nunca haber trancado una pelota, convertido un gol, realizado una atajada, dirigido un encuentro memorable o cerrado una contratación rutilante. Dante Cocito se hizo gigante desde su lugar, tan importante como a veces poco reconocido.

Ahora don Dante se nos ha ido, porque tantos jugadores que han pasado a la inmortalidad, necesitan de nuevo quien los atienda y auxilie cada vez que caen en el campo. A sus 94 años, ha pedido pase al Peñarol inmortal y eterno.

Desde estas páginas nuestro deseo de descanso y nuestro agradecimiento absoluto. 

Cocito y Ghiggia

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