Los últimos
tiempos hemos tenido que escribir tristes crónicas para despedir a grandes
jugadores que vistieron nuestra camiseta y contribuyeron a la historia más grande
del campeón sudamericano del siglo XX.
Hoy tenemos
que volver a dedicar un homenaje a alguien que pasa a jugar en el equipo de la
inmortalidad. Y sin embargo, esta persona nunca jugó en Peñarol, no lo dirigió
técnicamente y no fue dirigente de la institución y sin embargo, contribuyó de
manera decisiva al ciclo más glorioso de la historia de nuestro club.
Dante
Cocito fue masajista de los planteles campeones uruguayos, de América y del
Mundo de Peñarol. Llegó a la institución en 1950 proveniente del Racing Club de
Montevideo, por lo que tuvo el privilegio de trabajar con todos los campeones
mundiales de ese año. Basta recordar que de los 11 titulares de la final en
Maracaná, 9 eran jugadores de Peñarol e
integrantes de la famosa máquina del 49 que provoco la fuga de las gallinas.
A los
26 años, perdió un dedo en un accidente, pero eso no le impidió continuar
desarrollando su tarea de forma tan eficiente como exitosa que lo llevaron a
ser el encargado de los planteles deportivos más importantes de este país.
Porque
además de Peñarol, trabajó también en la selección Uruguaya y fue partícipe de
los mundiales de 1966 y 1970. Pero además desarrolló su actividad en el básquetbol,
atendiendo los planteles de Aguada y la selección uruguaya, incluidos los
juegos olímpicos de 1956 (medalla de bronce) y 1960.
Cocito
fue masajista, en una época donde no existía el concepto de los kinesiólogos. En
su función le tocó viajar por todo el mundo defendiendo los colores aurinegros.
Bastaba que alguno de los grandes cracks cayeran en el campo para que su
inconfundible figura saltara del banco para atenderlos.
Trabajó
en Peñarol ininterrumpidamente hasta 1973, era socio honorario del club e
hincha como el que más. Por sus manos pasaron los grandes nombres que hicieron
inmensa nuestra historia y no pocos méritos corresponden a su figura.
Destacado por su enorme sentido del humor que mantuvo hasta nuestros días, fue protagonista de jugosas y exquisitas anécdotas relacionadas con los avatares que le tocó vivir. Dueño de esa sabiduria que solo se adquiere en la calle y en los vestuarios, supo sacar siempre una sonrisa de todos lo que le conocieron.
Dante
Cocito ha tenido el enorme mérito de ser una figura reconocida y querida por
todos los hinchas aurinegros sin nunca haber trancado una pelota, convertido un
gol, realizado una atajada, dirigido un encuentro memorable o cerrado una
contratación rutilante. Dante Cocito se hizo gigante desde su lugar, tan
importante como a veces poco reconocido.
Ahora
don Dante se nos ha ido, porque tantos jugadores que han pasado a la
inmortalidad, necesitan de nuevo quien los atienda y auxilie cada vez que caen
en el campo. A sus 94 años, ha pedido pase al Peñarol inmortal y eterno.
Cocito y Ghiggia
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