La
temporada aurinegra que acaba de terminar fue un completo y rotundo fracaso. No
hay que tenerle miedo a las palabras y las cosas deben ser dichas con absoluta
claridad: Peñarol no logró ninguno de los objetivos que como institución grande
del Uruguay y de mundo debe plantearse. Una pobre clasificación a una copa de
segundo orden como es la Sudamericana no puede considerarse bajo ningún concepto
como un objetivo acorde con las aspiraciones de una institución como Peñarol.
Cada
vez que analizamos el final de una temporada, sea en el éxito o en el fracaso,
debemos hacerlo inserta en su contexto. No es la primera vez que decimos que
los principales responsables de la escasa efectividad de la institución en
materia de títulos en los últimos años, son los dirigentes.
En
primer lugar porque son ellos los responsables de la dirección de club, los que
establecen la política administrativa, económica, social y fundamentalmente
deportiva de la institución, quienes determinan los funcionarios con los que
contara el club (gerente deportivo, cuerpo técnico y en definitiva, jugadores).
En
segundo lugar porque son quienes se han mantenido invariables en los cargos
(con alguna excepción en cargos de la oposición) en la última década. En ese
período han cambiado los técnicos, los gerentes deportivos, los jugadores, los
únicos que se han mantenido en sus cargos han sido los dirigentes.
En esta
temporada puntualmente se ha fracasado en la consecución de los objetivos más básicos
a los que Peñarol debe aspirar. Lo que mal empieza, mal acaba, dice el dicho y
este año, las cosas se hicieron mal desde el principio. Porque se apostó a un
técnico como Alonso, que no tenía los pergaminos para dirigir a Peñarol. Un técnico
que podrá ser muy capaz y podrá llegar a ser un buen profesional en el futuro,
pero que carecía de experiencia para hacerse cargo de un equipo como Peñarol.
Para
peor adoleció de una llamativa falta de autocrítica y soberbia a la hora de
declarar. Bajo esa dirección técnica, Peñarol realizó el peor arranque de un
campeonato en toda su historia y quedó eliminado en la primera fase de la Copa
Sudamericana (repetimos, una copa de segundo orden) ante el Cobreloa, que
rápidamente demostró no ser ningún cuco.
Cuando
su permanencia en el cargo se hizo insostenible, nuevamente se erró en la
elección del sustituto. Se designó al tito Jorge Gonçalves, una gloria como
jugador e hijo de otra gloria, pero adoleció de los mismos problemas que su
antecesor: falta de autocrítica y una soberbia aún mayor que la de Alonso. Hizo
una campaña igual de pésima pero lamentablemente ganó el clásico. Si,
lamentablemente, porque eso hizo que permaneciera en el cargo hasta que ya fue
demasiado tarde.
Gonçalves
debió ser cesado inmediatamente de acabado el apertura, pero como ganó el
clásico, los dirigentes no se animaron a cesarlo y permaneció en el cargo hasta
las vísperas mismas del inicio de Clausura. Fue quien trajo los “refuerzos”
para la segunda parte de la temporada y cuando asumió Fossati (apenas 5 días
antes del inicio del clausura) no pudo incorporar a nadie, salvo Toledo.
Finalmente
se acertó con el técnico (que haya peleado el campeonato hasta la última fecha
con este equipo mediocre, es prueba de eso) pero cuando ya era demasiado tarde.
Fossati no pudo imponer su idea en seguida, debió esperar que el equipo se
pusiera en forma y además entre suspensiones y lesiones, recién sobre el final
de la temporada pudo contar con todo el equipo. Peñarol hizo una pésima copa
Libertadores, eliminado en primera fase en un grupo por demás accesible. Peleó
el campeonato pero no le alcanzó porque se perdieron o se dejaron de ganar
partidos contra equipos bastante inferiores.
Se
empata contra Racing, recibiendo un gol de contragolpe cuando estábamos ganando.
INADMISIBLE DESDE TODO PUNTO DE VISTA. Se pierde con Rentistas y Cerro (en un
partido que fuimos claramente superiores y perjudicados por el árbitro Cunha
que no sancionó un penal que vio todo el estadio cuando Dadomo levantó las dos
manos por encima de la cabeza para detener una pelota dentro del área). Se
empató ante Liverpool que terminó descendido. En contrapartida se le ganó a
Wanderers, a Danubio en su cancha, a River Plate, se goleó en forma histórica a
la gallina y se empató con Defensor.
Consideramos
que Fossati, que como todos, también cometió sus errores, es el menos
responsable de este termino de temporada sin objetivos conseguidos.
El
gerente deportivo, Carlos Sánchez, es otro de los grandes responsables de este
fracaso. Presionó para la elección de Alonso y luego de Gonçalves, no acertó en
las contrataciones (aquí la responsabilidad es compartida con los técnicos)
hasta el punto que de las cinco incorporaciones realizadas para el clausura
(Lima, Toledo, Hernán Novick, Orteman y Hurtado) ninguna terminó siendo titular
ni marcando un aporte significativo que mejorara lo del pésimo Apertura. Ya las
incorporaciones de principio de año habían sido deficitarias (El japo
Rodríguez, Bizera, Castillo, Viera, Sandoval y Leyes) y en su mayoría
demostraron que por diversas razones (falta de condiciones, de profesionalismo,
lesiones o bajos rendimientos) no
estaban para vestir la aurinegra.
Pero sin lugar a dudas, los principales responsables del actual fracaso son los jugadores. Durante la temporada se dieron
notorias muestras de falta de profesionalismo y en algunos casos muy graves
(vayan como ejemplos los del Japo Rodríguez, Nuñez, Estoyanoff) que salieron a
la luz pública. A esto sumamos faltas de disciplina como las que se produjeron
en ocasión del clásico de verano que terminó con 4 jugadores sancionados por
dos meses.
Peñarol
ha contado con un equipo mediocre esta temporada y el mérito de este técnico ha
sido pelear el campeonato aún en esas condiciones hasta el final. Un equipo que fue octavo en el apertura, perdió el clausura, quedó eliminado en primera fase de la Sudamericana, eliminado en el grupo mas mediocre de la libertadores y fuera de la próxima, no puede ser catalogado como menos que mediocre siendo muy generosos.
Parece
que la directiva ha decidido la continuidad de este cuerpo técnico para la próxima
temporada. Es una decisión inteligente. Definiendo desde el inicio, formando su
propio plantel, con la idea ya clara y establecida, pensamos y apostamos a que
lo resultados sean diferentes.
Sera
momento de definir objetivos y plantel y
esperar que de un vez por todas Peñarol defina una política institucional a
largo plazo que nos devuelva la hegemonía interna y nos deposite nuevamente en
el plano internacional con posibilidades.
En el
horizonte están las elecciones y será tarea también de los socios definir a
quien será el conductor de esa política.
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