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sábado, 28 de septiembre de 2013

122 AÑOS DE GLORIA. FELIZ CUMPLEAÑOS PEÑAROL!



Cada vez que se acerca el 28 de septiembre me deleito en imaginar cómo hubiera sido ser testigo de aquella instancia.

Imagino a los directivos y empleados del ferrocarril, acabando su jornada en las oficinas o los talleres y dirigiéndose al local de la asamblea. Imagino los trajes de oficinista mezclándose con los monos de obrero, los sombreros de vestir misturados con las boinas, en un primer gesto democratizador que llegaría mucho más lejos de lo que los participantes de aquella jornada hubieran podido siquiera soñar.

Los imagino llegando al local en una de esas tarde-noches de principios de primavera donde el frío aún se hace sentir. Seguramente la sesión estuvo iluminada por lámparas de candil, puesto que si bien la electricidad ya había llegado al país, no eran muchos quienes podían presumir de contar con ella.

Seguramente el inglés y el castellano se mezclaron aquella tarde entre las paredes del local testigo de un hecho histórico sin par.

Quienes participaron en aquella asamblea, pensaban que solamente estaban creando una institución dedicada a la recreación y esparcimiento de los empleados de la empresa. Un club dedicado a “la práctica del sport” como se decía en las crónicas de la época. Deporte en su concepción de actividad amateur, con fines recreativos y rodeado de un espíritu caballeresco que hoy se ha perdido por completo.

La fundación de aquel club respondía a la idiosincrasia inglesa de recrear en los países donde llegaban, instituciones sociales, culturales y deportivas tomando como modelo aquellas que dejaban en Inglaterra.

Aquellos 118 fundadores, ingleses, criollos y hasta un alemán, estaban lejos de imaginar que la institución que ponían en marcha, se les iría de las manos y superaría cualquier previsión que hubieran podido tomar. Porque aquel club tenía un destino superior del de ser un simple vehículo para el esparcimiento de los empleados en sus horas libres. Aquel club estaba destinado a convertirse en el cuadro del pueblo.

Aquel club pronto tomó el nombre de la villa de la que era originario y para todos, hinchas, socios, directivos, jugadores, autoridades, rivales, periodistas y sobre todo para la gente, nunca fue otro que PEÑAROL.
 
Palabra mítica, sagrada, única, que nació de la nostalgia de un emigrante piamontés que al agregarla a su apellido, la haría conocida en el mundo entero.

El club que adoptó como insignia el amarillo y negro, heredados de “la Rocket” de Stephenson y que fueron desde entonces sinónimo del ferrocarril en el mundo entero.

Pero en qué caldo de cultivo se desarrolló este club?. Uruguay como país estaba viviendo un momento muy particular de su historia. Estaba saliendo del período político que se ha conocido como “el militarismo”, donde fue gobernado sucesivamente por los generales Lorenzo Latorre, Máximo Santos y Máximo Tajes (hasta 1890).

Durante ese período se puso especial énfasis en el desarrollo del país. Se consolida el centralismo montevideano para lo cual coadyuvaron la introducción del telégrafo y el ferrocarril, que hicieron cada vez más rápidos los movimientos de tropas que impidieron los alzamientos caudillistas que eran tan comunes en la época.

La población del Uruguay crecía a ritmo acelerado y sostenido, producto de una alta tasa de natalidad (como no volvimos a tener nunca en nuestra historia), los avances médicos que aumentaron las expectativas de vida y bajaron la mortalidad infantil y el aporte incesante de la inmigración europea. Hacia 1890 el 50 % de la población de Montevideo era nacida en Europa y con ellos llegaban conceptos como el espíritu de empresa, el ahorro y el deporte como actividad recreativa.

En la campaña se produce el fenómeno del “alambrado de los campos” que al tiempo que impide la mezcla de rebaños, dificulta el libre tránsito que irá marcando la paulatina desaparición de los gauchos y provocará la concentración de la población en las ciudades y el consiguiente cambio en los hábitos de trabajo.

Las industrias, las fábricas, los grandes depósitos, comienzan a ser siluetas habituales en el paisaje montevideano. Es el momento del auge de los saladeros, los inicios de la industria textil y la proliferación de comercios que ofrecían la mayor variedad de bienes de consumo.

Eran tiempos también de la reciente reforma vareliana y la progresiva pérdida del poder secular de la iglesia que desembocaría en la separación definitiva durante el gobierno de don José Batlle y Ordoñez.

En ese marco, las inversiones inglesas eran cuantiosas y diversificadas. Abarcaban ámbitos tan disímiles como el ferrocarril, el telégrafo, agua corriente, gas, teléfonos, tranvías, préstamos financieros y seguros. El factor que las une es que se trata de los sectores necesarios para el funcionamiento de un país moderno, en la concepción propia de fines del siglo XIX.

En 1890 Uruguay viviría su crisis financiera más importante hasta el 2002 que, entre otras cosas, provoca la quiebra del Banco Nacional (propiedad del catalán Emilio Reus) donde el estado tenía depositados gran parte de sus recursos y que desembocará en la creación de BROU y el BHU.

La ciudad donde nace Peñarol era una ciudad de contrastes. Era el Montevideo de los paseos de la elite social por la calle Sarandí y de las “excursiones” a las playas Ramírez y “de los Pocitos”, pero era también el Montevideo de la mano de obra infantil, las jornadas de 15 horas de trabajo y de los conventillos.

En este contexto nace Peñarol, con el modesto fin de ser un espacio de recreación para los empleados de una empresa inglesa enclavada en un rincón de Sudamérica. Apenas un intento de los ingleses de traer un poco de sus costumbres que apagara en algo su nostalgia. Y esa nostalgia inglesa que creara el club se unió  la nostalgia piamontesa que creó el nombre que quedaría grabado para siempre en el bronce de los tiempos: PEÑAROL.

Esas nostalgias se unirían desde el primer día con el espíritu y orgullo criollos que harían de Peñarol el cuadro del pueblo, el más ganador de este país y el campeón sudamericano del siglo XX declarado por Fifa.

Hoy en tu cumpleaños, manya querido, carbonero del alma, mirasol de mi vida, humildemente te saludo.

FELICES 122 AÑOS, CARBONERO!


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