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viernes, 26 de octubre de 2012

Campeón intercontinental en la casa del Real.




El 26 de Octubre de 1966 era un día de trámite para el Real Madrid Club de Fútbol.

Simplemente tenía que bajar a su estadio y ganarle a un tal Peñarol de Montevideo para ir a la tercera final en Lausana y coronarse campeón intercontinental de clubes una vez más
Su estadio, que en aquella época todavía no se llamaba Santiago Bernabeú sino que ostentaba en nombre del barrio madrileño donde está afincado, Chamartín, estaba repleto de aficionados completamente convencidos de que no existía otra posibilidad esa noche que la de una victoria de los merengues.

Además quien estaba enfrente era un tal Peñarol al que habían batido fácilmente en la primera final intercontinental en 1960. Pero ese Peñarol  había aprendido la lección. Al influjo de su presidente el contador Gastón Güelfi que había dicho “debemos ser en América lo que Real Madrid es en Europa”, se había consagrado tricampeón de América y campeón mundial en 1961.

Ese Peñarol, al que muchos consideraban pasado en años, había superado a River Plate argentino en la tercera final en Santiago, después de estar perdiendo 2 a 0 y lo había batido 4 a 2.
Ese Peñarol había sorprendido al propio Real Madrid en Montevideo y le había ganado claramente 2 a 0 con dos goles de Spencer apenas 14 días antes.

Pero nada de eso influía en el ánimo de los madrilistas que ya vendían entradas para la tercera finalísima a jugarse en Lausana, Suiza el 2 de noviembre.
Lo demostraban las declaraciones de sus jugadores y de su técnico y además contarían con la vuelta de Francisco Gento, legendario jugador merengue que no había podido jugar en Montevideo por estar lesionado.

Y a Peñarol le bastaron 10 minutos para mandar en el campo, torazo en ruedo ajeno, dominó el partido sin importarle el enorme equipo que tenía enfrente, el prestigio de su cancha, ni el público en contra.
El árbitro italiano Lo Bello (descaradamente localista como lo había sido el que nos arbitró en Nuñez en la final de la Libertadores) anuló un gol aurinegro, conquistado en forma absolutamente legítima, pero eso no amilanó a un equipo acostumbrado a ganarle a todos, incluyendo a los jueces.

A los 30 la defensa madrilista derribó a Rocha dentro del área cuando se aprestaba a marcar. Esta vez el juez no pudo ignorar la falta, que remató el propio Pedro Virgilio Rocha, para marcar la apertura.
A los 38 Spencer marcó el segundo y se acabó el partido. Peñarol ganó 2 a 0 como si quisiera demostrar que el partido ganado en el Centenario no fue casualidad y que era capaz de ganarle de la misma forma en su propio estadio al Real Madrid.

Algún destacado periodista de este país que presenció este encuentro ha manifestado que fue el partido más perfecto planteado tácticamente que vió en su vida. Merito sin duda del entrenador, Roque Gastón Máspoli que se cansó de ganar todo con Peñarol como jugador y como técnico.
Bien vale hacer el repaso de la formación aurinegra de aquella noche.

Ladislao Mazurkiewicz en el arco; el paraguayo Juan Vicente Lezcano, Luis Varela; Tabaré González, y Omar Caetano en defensa ; Néstor Gonçalvez, Julio César Abbadie, Julio Cortés en el medio, Alberto Spencer, Pedro Virgilio Rocha y Juan Joya en ataque.

Se escribía otra de las páginas de gloria imperecedera que asombrarían al mundo y que llevarían a Peñarol al ser el campeón sudamericano del siglo XX

Cabe preguntarse que habrán hecho los aficionados españoles con la entrada que compraron para la final de Lausana?.


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