El 12
de diciembre de 1982 Peñarol obtuvo su tercera intercontinental. Esa noche no
me acosté. Con el recuerdo aun vivido de lo que fue la final de América contra
Cobreloa, me quedé despierto junto a mi viejo para ver otra vez a Peñarol salir
campeón. Porque en mi mente de 11 años no cabía otro resultado que ser campeón,
no concebía otro final de esa historia que no fuera con el manya dando otra
vuelta.
Y la
verdad es que el partido no fue ni la mitad de emocionante de lo que fueron
aquellas finales ante Cobreloa, o los triunfos ante River Plate y Flamengo, acá y allá o las sufridas victorias ante Gremio y Sao Paulo por 1 a
0 en el Centenario y en el caso de los paulistas, también en Morumbí.
Porque
ese Peñarol jugó una final en cada partido, enfrentó a los mejores equipos de
América y al campeón de mundo como era el Flamengo base de la selección mundialista
brasileña de ese año.
Pero
ahora era el campeón de Europa, el Aston Villa inglés y la verdad es que no
teníamos ni idea de cómo jugaba, ni conocíamos a sus jugadores, porque no había
tv cable ni internet y acá no llegaba nada (como seguro tampoco en Inglaterra
tenían idea de nosotros).
Peñarol
arrancó como siempre, desde la seguridad de Gustavo Fernández en el arco,
monolítico en defensa, pródigo en medio campo, con las pinceladas de futbol de
Jair habilitando a los punteros que buscaban la sed goleadora de Morena.
Tuvo
alguna oportunidad el equipo inglés en los primeros minutos pero el partido fue
todo de Peñarol.
Falta
al borde del área y se apronta para rematar Jair, el mismo que la clavó en el
ángulo del arco de Cantarelle en Maracaná dejando mudo a un estadio repleto de
hinchas rubro negros en el día del cumpleaños de Flamengo. Y la pelota sale
suave del pie del brasileño, se eleva, toca el travesaño y baja y Morena la
asegura sobre la línea para generar esas discusiones eternas entre los hinchas
de Peñarol por quien fue en realidad el autor del tanto.
El juez
costarricense se lo dio a Jair y eso generaría la polémica después. Peñarol 1 a
0 y ya todos supimos que ese título estaba en casa. Porque a ese Peñarol
costaba un Perú hacerle un gol y estaba integrado por hombres que sabían lo que
querían y lo habían demostrado en las canchas más difíciles de América.
Porque tenía en el banco un estratega de la categoría de Hugo Bagnulo que planteó cada partido de aquella campaña de una manera insuperable y aquel mediodía japonés (madrugada uruguaya) no fue la excepción.
Peñarol
controló el juego y en el segundo tiempo lo liquidó con un gol de Walkir Silva,
un riverense que apenas unos meses antes repartía cartas en su Rivera natal y
que terminó sentenciando nada menos que una final intercontinental.
Enfiló
solo hacia el arquero Rimmer, remató, el arquero la rechazó y el rebote le
quedó al delantero que con el arco libre liquidó el partido.
Fue la
primera vez que vi a Peñarol campeón del mundo y desde ese día solo espero
volverlo a ver.
Recordar
en un día como hoy a aquellos que nos trajeron esa nueva copa: Gustavo
Fernández en el arco, “el tano” Gutiérrez y “el indio” Olivera en la zaga,
Diogo y Juan Vicente Morales en los laterales, un medio con Bossio y Saralegui,
Jair como enlace, las puntas para “el chicharra” Ramos y Walkir Silva y en el
centro del ataque el nando Morena, como siempre.
Ese
Peñarol, se trajo la copa intercontinental y PEÑAROL FUE EL PRIMER EQUIPO DEL
MUNDO EN SER TRICAMPEÓN DEL ORBE, pero todavía le restaron fuerzas a esos
campeones para ganar el Uruguayo también y ser campeón de todo, cerrando un año inigualable.
Una vez
más en estas fechas, en la víspera de unas nuevas elecciones, una vez más
escribimos (y más que escribimos, disfrutamos) sobre otra hazaña del Campeón
Sudamericano de siglo XX: EL CLUB ATLÉTICO PEÑAROL.
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